viernes, 22 de abril de 2016

Mucho más que el apellido correcto. Otra tanda de lecciones políticas de Juego de Tronos

En dos días comienza la nueva temporada de Juego de Tronos y las cosas en Poniente están más revueltas que nunca: un rey débil y de legitimidad más que dudosa, una Inquisición en nombre de la Fe que descabeza a las casas más poderosas (los chistes sobre descabezar y Stark no tienen cabida aquí, esto no va con ellos, menos mal), el Lord Comandante de la Guardia de la Noche muerto y amenazas de hielo y fuego (los Caminantes se acercan porque “Winter is Coming” y los Dragones no permanecerán en Essos por mucho tiempo si su dueña decide cumplir su misión de recuperar lo que es suyo “con fuego y sangre”). Si bien habrá una gran carga de fantasía en la fase que empieza, el Juego de Tronos político también ejercerá un gran peso, al igual que el año pasado. Recordemos algunas lecciones que nos dejó la quinta temporada:

 - El Rey debe intimidar a los grandes señores e inspirar al Pueblo 
Una conversación entre Varys y Tyrion nos dejó ver que se busca un buen gobernante y que el Lannister repudiado y exiliado puede jugar un gran papel en dicho gobierno potencial. Cualquier loco con suerte puede haber nacido con poder, pero ganárselo por uno mismo conlleva un trabajo, Varys declara que él quiere paz y prosperidad, una tierra donde los poderosos no abusen de los débiles. Ante el cinismo de Tyrion, que afirma que los poderosos siempre abusan de los débiles y que es así cómo ganaron el poder. Varys dice que quizás están tan acostumbrados al horror que asumen que no hay otro camino. Le dice que el (Tyrion) no se sentará en el trono pero puede ayudar a alguien a hacerlo, ya que tiene los instintos políticos de su padre y también compasión y eso ha de tener también el rey a quién sirvan: “Los Siete Reinos necesitan a alguien más fuerte que Tommen pero más amable que Stannis; un monarca que pueda intimidar a los grandes señones e inspirar al Pueblo. Un regente amado por millones y con un ejército poderoso...y el apellido correcto”. Pero ¿cuál es el apellido correcto? Parece que ¿De verdad es la sangre real una garantía de buen gobierno? 




 - Matar y hacer política no siempre son la misma cosa 
El reinado de Daenerys en Meereen (y su intencional futuro gobierno de los Siete Reinos) está lleno de contradicciones. La khaleesi llega a la ciudad derrocando los símbolos del pasado esclavista (la imagen de la destrucción de la Efigie es un gran paralelismo con la de la estatua de Sadam Hussein en Irak)...



No obstante, pronto su reinado empieza a teñirse de tintes dictatoriales. Pese a que se le aconseja no provocar a los opositores, y que es más fácil reinar sobre súbditos felices que sobre súbditos enfadados, ella afirma que las serpientes alteradas se levantan y eso hace que sus cabezas sean más fáciles de cortar. Su particular guerra contra los “Hijos de la Arpía” incluye muertes en ambos bandos, ex esclavos suplicando volver a su antigua condición y una alianza matrimonial que aparentemente calmará las aguas. No es la única que en esa temporada ha intentado legitimarse como gobernante a base de matrimonio; al otro lado del mundo, los Bolton intentan asentar su poder en el Norte casando al heredero “por conquista”, Ramsay (bastardo reconocido de Roose Bolton) con la que se cree única Stark viva, Sansa. Ninguno de los dos casos funciona demasiado bien. 
Volviendo a Meereen, Daenerys recibe la visita de Tyrion Lannister, quién le explica que él puede ser de mucha ayuda, ya que ella no puede gobernar una tierra en la que no ha pasado ni un minuto de su vida adulta, mientras que él entiende la idiosincrasia de los Siete Reinos y conoce las debilidades y fortalezas de las Casas Dominantes. Sin embargo, ella responde que tendrá un gran ejército... Y tres grandes dragones. Pese a que Tyrion le explica que matar no siempre es lo mismo que hacer política (cosa que ya se le había dicho cuando Barristán le contó la verdadera historia de su padre, el Rey Loco), Daenerys insiste en que no quiere detener la rueda del juego político de Poniente, sino romperla. Los colores rojo y negro del emblema Targaryen empiezan a cobrar reminiscencias históricas concretas...  



- Cualquier movimiento ambicioso es un riesgo 
Estas palabras pronunciadas por Meñique, el Maquiavelo de Poniente, podrían resumir no solo toda la política ponienti sino también la del mundo real. El Juego de Tronos trae alianzas improbables que duran segundos y manipulación como forma de sobrevivir en el fuego cruzado. Lord Baelish cambia de bando varias veces durante diez capítulos: promete proteger a Sansa Stark pero en realidad la lleva con los Bolton (traidores que asesinaron a su hermano y se impusieron como guardianes del Norte), les hace creer que está de su lado pero acude a Desembarco del Rey para negociar con Cersei, vendiéndole informacióna cambio del Norte... Hasta que momentos después vende a la reina madre (siendo el causante de su encierro por la Fe) para ganarse el favor de los Tyrell, con quiénes ya se había asociado para matar al Rey Joffrey. No obstante, todos estos eran sus bandos aparentes: Meñique solo está del lado de Meñique. ¿Demasiados malabares para un solo hombre? Dicen que quién juega con fuego se acaba quemando; bueno, precisamente con fuego no jugó (todavía), no se ha metido con los Targaryen, pero ha jugado con lobos, venados, leones, peces, flores... Y la excesiva seguridad en su dominio será probablemente la causa de su caída. 



No obstante, Petyr no es el único que manipula en la Corte. El nuevo Rey, Tommen “Baratheon” es el blanco de las tácticas presuasivas de su madre y Margaery (su reciente esposa), siendo usado como moneda de cambio en el fuego cruzado entre los Lannister y los Tyrell. Sin embargo un agente externo “frena” esa guerra fría en la práctica encerrando a sus dos cabezas; si bien lejos de romper las hostilidades no ha hecho más que avivar el fuego.

 - Cuando los pocos dejan de temer a los muchos... 



El nuevo Septón Supremo ha revolucionado las calles de Desembarco... y los castillos. Tras el mensaje de que todos son iguales ante los Siete y el apoyo a los más pobres se esconde una Inquisición dogmática y de fanatismo extremo que encarcela a los “pecadores” más poderosos (destacando la reina, su hermano y la reina madre) y les castiga haciéndoles avergonzarse de sus pecados (que van desde la homosexualidad al incesto, pasando por el falso testimonio), siendo el máximo exponente de penitencia el Paseo de la Vergüenza de Cersei, a quién cortan el pelo y hacen desfilar desnuda desde las celdas hasta la Fortaleza mientras los ciudadanos le gritan y arrojan cosas.



- No se trata de amistad, se trata de sobrevivir
Pero lejos de Desembarco del Rey, en el Muro (y Más Allá) también se lee a Maquiavelo. Por una parte, Stannis reprende a Jon por dar una muerte rápida (con un flechazo) a alguien condenado a morir en la hoguera y le dice que no se les debe mostrar compasión a los traidores porque “la palabra del rey es la ley” y que si la gente no teme al gobernante, no le siguen, señalando a Davos, su fiel Mano, como prueba de lo bien que funciona un castigo ejemplar (Stannis le había cortado las falanges por contrabandista tiempo atrás). Pronto Jon tendrá que poner en práctica esto; tras unas elecciones reñidas sale elegido Lord Comandante (si bien en los libros hay un auténtico ejercicio de comunicación política por parte de su amigo Sam, quién convence a los otros dos candidatos de que apoyen a Jon vendiéndoselo a cada uno según sus propias circunstancias) y esto le hará tomar determinadas decisiones que no serán precisamente bien recibidas (perdiendo un opositor la cabeza por su insumisión).



El discurso del miedo a un enemigo mayor como vía para forjar alianzas imposibles en tiempos normales (“pero estos no son tiempos normales”) tiene su efecto cuando acude Más Allá del Muro para convencer a los Salvajes de que se unan a ellos para combatir al gran enemigo: los Caminantes Blancos. Sus palabras acerca de la lucha común contra el peligro “no somos amigos, nunca lo hemos sido, no lo vamos a ser. Esto no trata de amistad, trata de sobrevivir”, el hecho de llevar a un “padrino” (Tormund, un líder para los salvajes) que les convence de que se necesitan mutuamente y su “regalo” (armas de obsidiana, lo único que puede matar a los Caminantes Blancos.. Ol menos eso se creía) consiguen poner de su lado a una gran parte del Pueblo Libre, si bien será su perdición. Su alianza le cuesta su propia vida en un asesinato al estilo del de Julio César, “por la Guardia” a manos de sus hermanos juramentados que le consideraban un traidor. El adalid de la lucha por la supervivencia no ha sobrevivido a la preparación para la batalla... De momento. 

- El Norte recuerda 
Esta es mucho más que una frase hecha; es la gran lección resumida en tres palabras. El Norte no acepta a los Bolton, el Norte solo sirve a un Stark. Los Stark fueron grandes gobernantes, compasivos pero justos y hasta que la guerra estalló, en el Norte reinaba la prosperidad pese a las condiciones difíciles. Pero no es solo una cuestión de llevar el apellido correcto, es cuestión de ser digno del cargo de Guardián del Norte. Hubo muy buenos gobernantes y el Pueblo reclama que vuelvan: la inmortalidad es una buena gestión. Si los norteños fuesen electores votarían Stark sin duda, pero, de nuevo, no es el nombre, es el honor. El Norte Recuerda. 




 Mis otros dos posts sobre lecciones políticas de la serie aquí y aquí

martes, 15 de marzo de 2016

Una jaula de cuarenta pisos. Crítica de High-Rise... LIBRO (en espera de la película)

High-Rise is all about architecture, but it's also not about architecture at all” (Ned Beauman)

Dentro de unos días se estrenará la adaptación cinematográfica de la novela High-Rise (Rascacielos), de J.G. Ballard, dirigida por Ben Wheatley y protagonizada por Tom Hiddleston, Luke Evans, Jeremy Irons y Sienna Miller. La verdad es que mientras leía el libro pensaba que era material “Lars von Trier”, así que estoy deseando ver qué ha hecho Wheatley, porque si la hubiese dirigido el danés tendríamos un Dogville claustrofóbico y descarnado, brillante pero estéticamente previsible, rozando el gore y descorazonando visualmente al espectador en cada plano. O quizás no, solo estoy elucubrando. La crítica de aquellos que pudieron ver la película en su estreno en el Festival de San Sebastián afirma que es escalofriante, absurda, demencial e hipnótica, por citar solo algunos adjetivos. A falta de verla, de momento voy a hablar del material primigenio del que surge: la novela. Y adelanto que si la película es escalofriante, absurda, demencial e hipnótica, que probablemente lo sea, es porque el libro lo es.



La premisa es un día cualquiera en un lugar no tan cualquiera: nos encontramos en un edificio – ciudad, una maravilla arquitectónica que hace realidad la utopía propuesta por Le Corbusier: una torre de lujo, repleta de comodidades y facilidades, desde piscina hasta escuela, que el residente solo abandonaba para ir al trabajo (si ese fuera el caso, ya que varios de los residentes trabajan desde casa). Los vecinos viven alejados del mundanal ruido, aislados del caos de Londres y rodeados por otros edificios similares que en ese momento todavía están deshabitados y un lago artificial aún en construcción. Todas sus necesidades están cubiertas, la pirámide de Maslow parece tener forma rectangular coincidente con el rascacielos y la paz, en términos generales, reina en un ambiente bastante impersonal, circunstancia preferida por muchos de los residentes.
Pero esta utopía vira en distopía en lo que dura un pestañeo, o, más bien, un apagón. Unos minutos de caos en los que las comodidades desaparecen terminan con el cadáver de un perro en la piscina, la muerte simbólica del status quo que se vivía. A partir de ese momento distintos fallos en el edificio (al principio técnicos pero pronto provocados) lo convierten en una cárcel, un secuestrador arquitectónico en dónde todos los rehenes tienen síndrome de Estocolmo. Ascensores estropeados, agotamiento de las provisiones, peleas, caos y muerte parecen motivos más que suficientes para abandonar aquello que antes pudo ser un hogar, pero, por el contrario, los vecinos se resisten a ello, llegando a abandonar todo contacto con el mundo exterior y ocultando por todos los medios la situación. Volvemos aquí a esa pirámide de Maslow, que va siendo truncada de arriba abajo a medida que el caos asciende hasta que finalmente solo importa cubrir las necesidades fisiológicas y de seguridad, a costa de lo que sea. Somos testigos de episodios completamente incomprensibles desde fuera de esa torre, en la que los más bajos instintos corrompen hasta a las más altas esferas. El prototipo ideal de la vida moderna es ahora el lugar más incivilizado del mundo: el rascacielos vive en la prehistoria.
El edificio es la metáfora en forma de universo limitado (enfatizado por el aislamiento) de las clases sociales. En las plantas más bajas viven los trabajadores de menor poder adquisitivo, vidas sencillas y profesiones técnicas. Los pisos intermedios son para la clase media / media-alta, profesionales del mundo de la medicina o las finanzas. En algunos de los pisos que divide ambos espacios habitacionales se hallan las zonas de servicios comunes: supermercado, escuela, piscina... Finalmente en la parte más alta del edificio se encuentra el ático del arquitecto del edificio, en una suerte de simbolismo que lo calificaría como deidad vigilando y gobernando su creación. La lucha entre propietarios ante la falta de recursos es una lucha de clases en toda regla y aunque parece fácil pensar “pero ellos pueden salir del rascacielos y comenzar una nueva vida”, la realidad es que no, que tal y como comprobamos en las últimas visitas al exterior de algunos residentes, pueden salir (físicamente) del edificio, pero el edificio no sale de ellos. Esa nueva forma de vida que compraron junto a sus apartamentos ha resultado ser la trampa psicológica que les ha atrapado volviendo su mundo del revés y provocándoles una agorafobia que solo se calma volviendo al territorio inseguro y salvaje en lo que se ha convertido aquello que una vez llamaron hogar.



La historia en el libro es narrada por tres voces, una perteneciente a cada clase o segmento del edificio:
- Richard Wilder es el representante de las plantas (clases) bajas. Trabajador de televisión, encuentra en el caos que sume al edificio el tema perfecto para un documental, por ello abandona a su familia y emprende una subida a la azotea cargado con su cámara. Esta ascensión, que parecería fácil en una realidad tal como la conocemos (bastaría con tomar un ascensor) es una expedición con tintes épicos plagada de obstáculos que le hacen retroceder, alianzas por medio de la protección (en el caso de las mujeres) y violencia (cuando se trata de hombres). Su apellido no es casual: Wild significa “salvaje”, por tanto wilder es “más salvaje”, como el mismo personaje se va volviendo más y más salvaje, descendiendo a sus más bajos instintos a medida que asciende en el rascacielos. Además SPOILER
FIN DE SPOILER.
- Anthony Royal, el ya mencionado arquitecto del edificio, que observa el ascenso y caída de su obra, disfrutando más de esto último, fascinado por el experimento sociológico que está teniendo lugar en “sus dominios”. Su apellido, Royal, alude a la realeza, como representante de la clase más alta de esa radiografía social, cómodamente instalado en su ático y con una actitud mitad paternalista, mitad beligerante, llegando a hacerse con un “ejército” de perros y gaviotas.
- Richard Laing , médico forense, es un residente de las plantas intermedias y representa,a la clase media-alta. Podría ser el narrador más objetivo de los tres (de hecho es el hilo conductor de la novela y más aún en la película), si bien el personaje es prácticamente “invisible”: conocemos los hechos que él nos narra pero no es el protagonista directo de nada: no inicia acciones beligerantes ni toma represalias realmente, solo se deja llevar, establece alianzas y es el perfecto observador participante. Sin embargo, esto no disminuye su importancia, al contrario: Laing representa lo que la mayoría de la población haría en un caso así (llevado a los extremos y teniendo en cuenta el contexto distópico en el que nos hallamos; desde “fuera” es fácil decir que se llamaría a la policía o se abandonaría el edificio). Él se preocupa de proteger a su hermana, residente también del edificio, en conseguir provisiones y convertir su casa en un improvisado búnker; en definitiva, su objetivo es sobrevivir. No obstante, su síndrome de Estocolmo es el más evidente y acepta la nueva realidad como definitiva, preparándose para perpetuar su existencia en ese nuevo mundo metafóricamente post-apocalíptico SPOILER
FIN DE SPOILER.



Cabe destacar que, si bien el protagonismo parece monopolizado por los hombres, el papel de la mujer y su evolución es realmente importante en esta “nueva” sociedad que nos deja el final de la novela. Sin entrar en detalles, las mujeres del edificio empiezan siendo “esposas de”, son abandonadas y finalmente encuentran un nuevo papel, que promete ser determinante en lo que pase “fuera de plano” al terminar el libro.


Queda esperar a la película para ver cómo las imágenes mentales que el libro pinta de manera magistral toman vida en la pantalla. El hecho de que la crítica la haya calificado como extraña y demencial parece confirmar que el trabajo está bien hecho, pues así es cómo resulta este descenso al primitivismo en un ambiente rodeado de modernidad visto “desde fuera” (he usado varias veces esta expresión pero es la mejor forma de expresar esa visión del espectador en cuanto a fondo y forma, toda la acción ocurre literalmente entre cuatro paredes y aquellos que no están dentro del edificio no podrían comprenderlo). Pronto se abrirán las puertas de EL Rascacielos con mayúsculas, a ver qué nos encontramos al entrar.



(Imágenes: wikipedia, tumblr)

lunes, 22 de febrero de 2016

Los nuevos Príncipes de Maquiavelo: el carisma de los villanos en cine y televisión


Obra política de referencia dónde las haya, El príncipe, de Nicolás Maquiavelo ha sido herramienta y biblia de muchos gobernantes a lo largo de la historia. Fuera de forma más o menos reconocida, más o menos cuestionable, las enseñanzas del filósofo y diplomático han sobrevivido a su época y se han convertido en atemporales.. Y en universales. No solo el que sostiene el cetro ha hecho caso de las directrices marcadas en este tratado; desde las reuniones de consejos de aministración hasta familias “gobernadas” por una figura autoritaria (sin entrar en cuestiones de género, ya que hay tanto príncipes como princesas), el maquiavelismo se ha dejado sentir en todos los niveles sociales.
Siendo el cine y la televisión reflejos del mundo real en cuanto a la psicología personal y social, no podían faltar figuras que, siendo completamente distintas al modelo absoluto propuesto, encarnan una o más características básicas del príncipe, haciendo que no solo esta figura se normalice, sino también consiguiendo legiones de fans en muchas ocasiones; quizás no querríamos tenerles en el apartamento de enfrente tendiendo la ropa en el patio o viniendo a pedir sal, pero el psicópata o sociópata encantador existe y es amado, si bien no siempre comprendido. Aquí tenemos algunos casos:
* Varios de los ejemplos provienen de obras literarias y sus adaptaciones al cine y la televisión, tomándose estas historias audiovisuales como referencia

Loki
El Príncipe debe ser antes temido que amado, puesto que al no poder ser las dos cosas a la vez, resulta más seguro ser lo primero.


La personalidad del hermano adoptivo de Thor es mucho más compleja de lo que parece. Sus maneras dictatoriales (que he analizado aquí en el pasado) tienen un transfondo de necesidad afectiva que no pudo satisfacer. Lo que en un principio eran celos de la popularidad del que creía su hermano se convirtió en odio al saber que realmente él no pertenecía a Asgard y, por tanto, no era hijo de Odín: este prefería a Thor porque era su verdadero hijo, Loki era un “prisionero de guerra”. Tras tratar de conseguir su aprobación con medidas drásticas una vez más, Loki se rindió y, como se observa en Los Vengadores, se transforma en un verdadero tirano. Considera que no puede llegar a ser amado y decide que, al menos, será respetado por medio del miedo. Durante los eventos ocurridos en Thor: El Mundo Oscuro se nos comienza a mostrar la verdadera naturaleza de Loki pero ese sentimiento de inferioridad sobrecompensado con su comportamiento enfurecido y frustrado no desaparece.

Cersei Lannister
Debe escoger bien a los ministros, procurándose su lealtad incondicional y evitando que el subalterno se plantee una conspiración.


Ella misma lo dice: “Cuando juegas al juego de tronos, o ganas o mueres”. Puede que Cersei no lleve la corona pero ha intentado gobernar desde que se convirtió en reina, consiguiéndolo parcialmente al convertirse en “reina madre”. Si bien no podía controlar del todo a Joffrey (y parece que alguien tiene más influencia sobre Tommen), su puesto privilegiado en el Consejo le dió la oportunidad de elegir colaboradores que no fuesen a traicionarla en un principio, apartándolos inmediatamente la mínima sospecha. Pero tal como le decía a Joffrey, “todos menos nosotros son el enemigo”, su paranoia (basada incluso en profecías) fue aumentando hasta sospechar de todos, condenar a quién le convenía como medida preventiva e ir volviéndose más torpe en sus manipulaciones como consecuencia de su estado mental alterado. No es el primer caso que la locura conspiranoica se adueña del gobernante: sin ir más lejos, el último rey Targaryen, Aerys, era conocido como “el Rey Loco” y sus acciones de “guerra” preventiva contra sus presuntos enemigos acabaron desencadenando una serie de acontecimientos que todavía tienen una gran influencia en el “presente” de la trama.

Moriarty
El Príncipe debe procurarse fama de cruel.


Es la némesis de Sherlock Holmes, su igual y su contrario, su reflejo en el espejo. Si bien al principio está oculto e incluso llega a infiltrarse en el círculo de Sherlock, en cuanto se revela inicia un reinado del terror mediante crímenes y atentados que hace que nadie tenga duda de quién es el villano aquí. SPOILERS HASTA EL ESPECIAL DE NAVIDAD, INCLUÍDO Pero ¿qué es Moriarty? Sabemos (¿sabemos? Parece que esta vez sí) que Jim está muerto pero Moriarty vive. Su sola imagen (“Did you miss me?”) genera el pánico en las altas esferas de Inglaterra. Parece que Moriarty es algo más que una persona, Moriarty podría ser un colectivo, una tela de araña en la cual Jim podía ser el titiritero o solamente una marioneta más. Tendremos que esperar para descubrirlo pero si algo está claro es que Moriarty es príncipe, rey y hasta reina, si esto incluye probarse las joyas de la corona.



Gregory House
El fin justifica los medios


Pasamos de la némesis de Holmes a su casi alter ego médico. No todo van a ser villanos; House es, como mucho, un antihéroe que emplea prácticas de dudosa ética a la hora de resolver sus casos. Pero evidentemente, aunque siempre se vea rodeado de polémica y en algunas ocasiones le traiga problemas (por ejemplo, que algún familiar del paciente le haya agredido físicamente o que un detective la tomase con él y denunciase su extrema posesión de vicodina), difícilmente se le acaba condenando, pues su fin justificable es salvar una vida. Desde el allanamiento de morada para conocer más cosas del enfermo hasta despertar a un paciente que llevaba veinte años en coma o disparar a un cadáver, el camino a la curación del enfermo pasa por caminos moralmente complejos. Para lo que ya no es tan justificable el comportamiento maquiavélico del doctor es en sus estrategias para conseguir vicodina, sustancia a la que es adicto debido a los fuertes dolores que padece en la pierna derecha. House no ha dudado en falsificar las recetas de sus compañeros o chantajearles para conseguir el medicamento. Su argucia más extrema fue fingir un cáncer para que le administrasen un nuevo tratamiento contra el dolor en Houston.

Saruman
Que no se aparte del bien mientras pueda, pero en caso de necesidad que no titubee en entrar en el mal.

El otro gran mago de la saga de El Señor de los Anillos es un ejemplo de cómo un ser honorable considerado “un grande entre los sabios” puede corromperse y rechazar toda oportunidad de redención. Su motivo no es solamente el habitual de todos aquellos que se pasan al lado oscuro en la saga (el ansia por poseer el anillo único), sino también el miedo a Sauron, al que decide unirse para recuperar el anillo y conquistar la Tierra Media. No obstante, es posible que en su proceso de corrupción hubiese elementos ajenos a su voluntad (si Saruman utilizó sus poderes psíquicos para ese fin). Probablemente hay un poco de todo, puesto que no hacía falta la intermediación de nadie para desear el anillo, este en sí mismo, con su sola existencia y / o proximidad lograba atraer a todos aquellos con una mínima debilidad (incluso los considerados héroes de la saga llegan a estar a punto de sucumbir a él). En el caso de Saruman, no le hace falta ver el anillo, su ansia por recuperarlo (quizás para Sauron, quizás para sí mismo) le nubla la razón y no duda en traicionar a los suyos e iniciar una guerra con el fin de acabar con aquellos que se oponían a su causa.

Gru y los Minions
Debe escoger bien a los ministros, procurándose su lealtad incondicional y evitando que el subalterno se plantee una conspiración.


Los Minions son tan adorables que se nos olvida de qué lado estuvieron durante la mayor parte de su existencia. Los conocimos al servicio de Gru (que empieza como villano, si bien luego acaba reformándose) pero en secuela dedicada a ellos, podemos ver que a lo largo de su historia siempre se han dedicado a servir a “los malos”: desde el Tirasosaurius Rex hasta el Conde Drácula, incluso a Napoleón, los Minions han dedicado sus vidas a la búsqueda del tirano perfecto. No parece existir maldad en ellos, incluso se les presupone poca voluntad propia, por tanto es un misterio por qué elegían siempre servir al mal... Aunque durante poco tiempo: su torpeza hacía que sus amos les durasen un suspiro, acabando con ellos “sin querer”. La excepción fue Gru, para quién trabajaron cuando era un villano... Y también cuando dejó de serlo, ayudándole incluso en su camino hacia el bien, sin cuestionar que se hubiese vuelto blando. Desde la perspectiva maquiavélica, comenzaron muy bien pero esta impasibilidad y adaptación a un amo que cambió radicalmente su forma de ser convirtiéndose en el bueno de la historia no les hubiese valido de mucho con un verdadero Príncipe... Porque Gru no lo es. Si lo fue en algún momento, en el proceso que se narra en la primera película va incumpliendo todos y cada uno de los consejos que Maquiavelo le hubiese dado (deshacerse de aquellos que le ayudaron a llegar a la cima, ser antes temido que amado, incumplir sus promesas, etc.). Pero este es el punto de la historia, si bien al italiano lo hubiese gustado, la redención es posible.

Estos son solo algunos ejemplos de personajes de los que Maquiavelo estaría orgulloso en algún punto y todos tienen legiones de fans. ¿Es que ahora nos atrae el malo de la película? Los sociólogos y psicólogos que estudian este reciente fenómeno del “triunfo del canalla” no se atreven a decir tanto, pero coinciden en que es normal que la gente ponga sus ojos en un tipo políticamente incorrecto y a pesar de todo les guste lo que ven. Las razones son muchas, pero la principal es que estos “anti-héroes” actúan como a muchos les gustaría en la vida real, rompiendo unas normas que, de atreverse, la mayoría se saltaría en la vida real.

 Además, hay que tener en cuenta que para ser malo no vale cualquiera. El villano tiene que tener carisma, seguridad en sí mismo y una inteligencia que sobresalga (maquinar maldades tiene su dificultad). Y resulta que estas son algunas de las cualidades más valoradas en la sociedad. Que eso traiga aparejadas otras características y, al final, consecuencias no tan buenas no importa tanto... Siempre que haya una pantalla de por medio.

martes, 16 de febrero de 2016

Patriotismo desde la cuna: Disney y la idealización del American Way of Life

Durante la Segunda Guerra Mundial, Walt Disney estuvo involucrado en la producción de películas propagandísticas para el Gobierno de Estados Unidos. Su carácter familiar fue decisivo para la expansión de la imagen pro-americana y la responsabilidad patriótica de apoyar a las tropas que daban su vida por la patria. Más que conocido es su corto Der Fuehrer's Face, inicialmente titulado Donald Duck in Nutzi Land (jugando con la similitud fonética entre nazi y “nuts”, término coloquial para “loco”, por lo que significaría “tierra nazi” o “tierra de locos”) en el que se muestra la pesadilla del personaje, que se encuentra trabajado en una fábrica de la Alemania nazi. Con este tipo de trabajos se buscaba demonizar aún más al enemigo y, de paso, recaudar más dinero con la venta de bonos de guerra para la causa.



Esta labor propagandística fue continuada durante la Guerra Fría. La diferencia radica en que los mensajes fueron más sutiles durante este período. Esta fórmula resulta especialmente interesante, ya que se trataba de productos audiovisuales destinados a niños, nadie sospecharía que fuese a insertarse aquí contenido político pero la verdad es que sutiles referencias ideológicas fueron escondidas con el fin de llegar a los padres, que llevaban a sus hijos al cine sin ninguna sospecha de que habría más que una inocente historia animada.
Las tramas de las películas producidas durante este período, así como sus moralejas, tenían un significado que, por una parte los niños podían interiorizar y acabar relacionando con eventos reales a medida que crecían y, por otra, los padres lo identificaban inconscientemente con la realidad que se vivía. Por ejemplo Mickey y las Judías Mágicas narraba la historia de los habitantes de “Valle Feliz”, que debían enfrentarse a un temperamental gigante con el fin de restablecer la paz y la armonía. Más directa resulta La Bruja Novata, ambientada en el contexto bélico y cuya trama se basa en utilizar la magia para poner fin a la guerra. Incluso en la adaptación de Alicia en el País de las Maravillas pueden encontrarse referencias a la historia de la posguerra y la situación de cada bando.
También se creó el “Mickey Mouse Club” (1955), un show de variedades para televisión, de forma que Disney salía de los cines para llegar a las casas a través de la pequeña pantalla, superando lo esporádico de los largometrajes siendo semanal o diario. Incluso el concepto “club”, si bien no se trataba de un club al uso, generaba un sentimiento de pertenencia, de formar parte de un colectivo especial y distinto... Exactamente lo que el patriotismo americano fomentaba cada vez con más fuerza
No obstante, Disney no se quedó solo en las pantallas, sino que dio el salto a la vida “real” creando un parque en el que los adultos podrían divertirse tanto como los niños, donde las familias podrían disfrutar juntas en un ambiente seguro, limpio y estimulante, con el fin de olvidar los horrores que acababan de padecer y cuyos coletazos proseguían en la posguerra. Con este objetivo nació Disneyland, diseñado para representar períodos específicos de la historia, mundos fantásticos y esperanzas para el futuro. Walt Disney pretendía que cada atracción estuviese llena de autenticidad para crear atmósfera a través de referencias a la cultura y tradición americanas. En sus propias palabras (durante la inauguración del primer parque temático), “Disneyland está dedicado a los ideales, los sueños y las duras vivencias que han creado América, con la esperanza de ser fuente de alegría e inspiración para todo el mundo”.



Queda claro que el mundo Disney siempre es más complejo de lo que parece; si bien hoy por hoy estamos presenciando la inclusión de nuevos cánones (protagonistas afroamericanos, historias de princesas que no acaban necesariamente en boda...), la cual constituye un avance de cara a una mayor representación de los colectivos sociales y la realidad actual, mirando al pasado también podemos encontrar una radiografía de la época. El universo creado por Walt Disney no era solamente entretenimiento de 90 minutos o un día en el parque: era una forma de vida. Podría montarse un videoclip del himno americano en base a escenas de su filmografía, los parques temáticos son un monumento a Estados Unidos y varias generaciones han crecido con los cuentos patrióticos más coloristas. ¿Moraleja? Que cada uno saque sus conclusiones. In Disney we trust.

miércoles, 23 de septiembre de 2015

No todo fue un sueño. Referencias históricas y políticas en “Alicia en el País de las Maravillas”

 A la gente le gusta lo absurdo. Ayuda a evadirse de la realidad porque (aparentemente) no es necesario buscarle ninguna lógica porque no la tiene. Es por esto que la historia de Alicia en el País de las Maravillas ha sido versionada y recreada en diversas formas desde que Lewis Carroll la escribió por primera vez. Siempre hay algo nuevo que añadir, una nueva interpretación que dar, porque ¿es solamente un sueño?


Existen teorías que van más allá de las típicas interpretaciones sobre drogas y psicopatías para meterse en el terreno político. Se sabe que Lewis Carroll quiso dejar en sus libros una crónica del costumbrismo político y social de la época en forma de parodia para hacer más incisiva su crítica. La historia es una sátira sobre el puritanismo de la educación que se presentaba en la burguesía en esa época. Por ejemplo se burla de la hora del té con el Sombrerero Loco y la Liebre de Marzo, de la autoridad encarnada en la Reina de Corazones, o del preocupado Conejo Blanco. Los personajes locos y extravagantes representan excéntricos ingleses de la época victoriana.

 Y no solamente Carroll incluyó subtexto; paradójicamente, el País de las Maravillas recreado por Disney en 1953 representa para algunos el mundo real, el de la primera mitad del s. XX. El contexto de la época estuvo plagado de revoluciones y conflictos bélicos (los más internacionales hasta la fecha, tengamos en cuenta que se acababan de vivir dos guerras mundiales), por lo que motivó sensaciones dispares, incoherencia, interrogantes no resueltos, miedos y ansiedades. Veamos algunas de estas teorías:

* El cuento de la Morsa y el Carpintero que cuentan los gemelos Tweedle podría ser una crítica al colonialismo de la época, representando las ostras a las pequeñas colonias y la Morsa y el Carpintero a Inglaterra, siendo ambos personajes sendos arquetipos de políticos.


* Este mismo cuento también podría tener un trasfondo religioso (si bien esto es mucho más rebuscado), siendo el Carpintero una representación de Jesucristo, la Morsa equivaldría a Pedro y las ostras a los discípulos decididos a seguir a Jesús hasta el final.

* Otra equivalencia posible sería la de la Reina de Corazones, que vendría a ser una representación paródica de la Reina Victoria, cuyo físico y modales serían caricaturizados en dicho personaje. 


* Se dice también que la historia tiene referencias a la Guerra de las Dos Rosas (que enfrentó a York y Lancaster y cuyo nombre hace referencia a los símbolos de ambas casas) en cuanto al acto de pintar de rojo las rosas blancas, color que enfurece a la Reina de Corazones (la cual representaría a la Reina Margarita, esposa de Enrique VI), hasta el punto de hacerlos decapitar por haber elegido "por error" esas flores.


 * La historia de Alicia como parodia del final de la II Guerra Mundial y el inicio de la Guerra Fría. Hay varios apartados de la película de Disney que se relacionan con este tema:

- Alicia, una niña curiosa y soñadora, explica (o, más bien, canta) cómo sería su mundo ideal. Ella aquí representaría a Estados Unidos, la nación joven, que, de hecho, al final de la Guerra Mundial intentó implementar soluciones para lograr un mundo mejor (Doctrina Truman, por ejemplo). Su hermana representaría a Gran Bretaña. Es mayor que ella e intenta que se centre y ponga los pies en la tierra, tal como la Gran Bretaña de la posguerra frenó las idealistas políticas de EEUU para dedicarse a su recuperación económica y social. El Conejo Blanco aparece como catalizador de un cambio, arrastrando a Alicia al problemático País de las Maravillas. Simboliza la lucha por el poder entre EEUU y la URSS. Cabe destacar que el reloj siempre marca la misma hora pero el Conejo insiste en que llega tarde; de esta forma se representaría el hecho de que ninguna de las dos potencias estuviese avanzando realmente hacia una resolución del conflicto, pese a que alardeasen de sus progresos.    


 - Los Gemelos Tweedle serían la expresión de las dos Alemanias (Este y Oeste): son prácticamente iguales y se complementan, pero son dos personas, hay una división, en la que tienen el mismo nombre pero distinta terminación (Dee y Dum). El hecho de que sean mayores pero vayan vestidos como niños sería la metáfora de que pese a que el territorio es antiguo, se les trata como si fuesen países recién nacidos.


- El cuento de la Morsa y el Carpintero representaría la relación de la URSS (Morsa) con el proletariado (Carpintero, representado con uniforme y un martillo), a quien engaña y se aprovecha de su confianza para acaparar sus recursos (ostras) y lograr enfadarle debido a su inefectiva distribución. 


- El jardín simboliza la "parte buena" del régimen comunista. Las mariposas constituyen una unidad al alinearse y las flores entonan bellas canciones (el desarrollo de las artes, especialmente la música, fue un hecho durante el régimen. De hecho, el alegretto entonado por las flores termina con un tambor, clásico en las  melodías rusas de la época). También se destaca el hecho de que la reina del jardín sera una rosa de color rojo, el color del movimiento comunista.


- El poema que la Oruga recita a Alicia ("El pequeño cocodrilo, para aprender sus cantares, usa las aguas del Nilo con sus notas musicales. Con hipócrita modestia, sus garras pone a indicar a los tiernos pececillos por dónde deben entrar") haría referencia al golpe militar de Abdel Nasser en Egipto (1946), el cual aisló al país de cualquier intervención foránea, nacionalizó sus recursos y se adueñó de los puertos.


- El juicio a Alicia (en el que Reina decide qué es importante en los testimonios, ordena saltarse pasos en el proceso, etc.) consistiría una referencia a las violaciones de los derechos humanos en la URSS.



En definitiva, las interpretaciones que se han buscado a la historia de Alicia abarcan todo tipo de temas y la política no es una excepción. Al fin y al cabo, de igual manera que todo sucede en la mente de la protagonista, un País de las Maravillas propio es desarrollado en la mente del espectador, que buscará las conexiones con aquello que conoce, entrelazando el reino mágico con su propio mundo y con la historia contemporánea, completando así el relato y otorgándole un significado más profundo; es así como nace un cuento inmortal como Alicia en el País de las Maravillas.

miércoles, 16 de septiembre de 2015

E Pluribus Simpson. Springfield y la política

Las referencias a la esfera política en los Simpson son tan constantes que casi ni prestamos atención. Desde retratos más o menos polémicos de ciertos países a inclusiones de políticos en la trama (por ejemplo, cuando el ex presidente George H. W. Bush se mudó al vecindario de los protagonistas). Con la temporada número 27 a punto de estrenarse y a un año de las elecciones presidenciales, es fácil predecir que estas tramas “politizadas” se intensificarán.
Desde mi perspectiva, hay un capítulo que es enormemente representativo de la vida política y el contexto social del momento en que fue emitido (enero de 2008, en plena recesión económica y con un electorado que en unos meses votaría por el cambio, haciendo historia con la victoria de Barack Obama) y merece un análisis en profundidad. El título “E. Pluribus Wiggum” es un guiño al clásico lema de Estados Unidos, “E Pluribus Unum”, siendo ya un avance de lo que nos vamos a encontrar.


El episodio comienza con un McGuffin: Homer Simpson destruye accidentalmente el barrio de comida rápida. Esto nos lleva a una asamblea en la que los ciudadanos enfurecidos demandan que se vuelva a reconstruir. Destaca el discurso de Homer con música épica de fondo que constituye una parodia clara de los discursos patrióticos y conmovedores a los que el público está tan acostumbrado. La forma coincide, el fondo, sin embargo, es mucho más vulgar y carente de la pretendida heroicidad subyacente en este tipo de arengas: “No sé ustedes pero yo no quiero vivir en un futuro en el que la comida me la sirvan camareros, donde las sillas no estén unidas a las mesas y donde no pueda abandonar a mis hijos en una piscina de pelotas sucias. Construiremos un barrio de comida rápida más grande y mejor que antes”. 


Con el alcalde explicando el dinero que eso costaría, encontramos referencias a la situación económica (recordemos que este episodio fue emitido en Estados Unidos en enero de 2008, año que se iniciaba con una gran crisis crediticia). Las reacciones de los asistentes a la asamblea son un buen resumen de las actitudes que habían llevado a muchos países a esa recesión:
Dr. Hibbert – Para recaudar hay que emitir bonos
Lisa – ¿Y no pagará las consecuencias mi generación?
Bart – No idiota, lo resolveremos emitiendo otros bonos, a ver a quién le carga el muerto ella (señala a Maggie, quién mira al asiento de su lado con intención de, una vez más, desviar la responsabilidad, pero lo encuentra vacío).

Como consecuencia a todo esto, se adelantan las primarias siguiente martes, convirtiéndose en las primeras del país, antes que las de New Hampshire (estado en dónde tradicionalmente se celebra la primera de las 50 elecciones primarias, por lo que los resultados, si bien no son determinantes, si tienen una cierta influencia debido al efecto multiplicador de la cobertura electoral por parte de los medios, dado que resulta la primera medición electoral). Esto hace que una horda de medios de comunicación de dirijan a Springfield con la intención de medir la opinión pública para tratar así de predecir las tendencias de cara a las demás elecciones posteriores. Tal como expresa el periodista estrella de la serie (y prácticamente el único) Kent Brockman, “nuestra modesta ciudad ha sido invadida por candidatos, corresponsales, portavoces, escritorzuelos, publicistas, articulistas, cronistas e incluso algún votante ocasional”.
El anuncio de las primarias en Springfield no puede ser más paródico respecto al patriotismo americano, mostrando a un águila calva disponiéndose a emitir su voto y emergiendo triunfante para dejarnos un fundido a negro con la tradicional pegatina “I voted”. En la lista de votantes también aparecen el Tío Sam y la Estatua de la Libertad.
Encontramos también una referencia a la situación del periodismo “de letra impresa” en una conversación entre Nelson y Skinner. El primero se burla de un redactor del Washington Post diciendo “¡ha ha, la prensa escrita se muere!”. Cuando director del colegio le replica, Nelson contesta “¡pero es así!, a lo que Skinner responde “ser sincero no es ser cruel”.

Se nos muestra a continuación una encuesta cualitativa a través de un grupo objetivo compuesto entre otros por Homer, Barney, Lenny, Carl y el padre de Milhouse. Esta selección ya nos transmite la escasa aleatoriedad del sistema si consideramos que cinco de las ocho personas que lo conforman tienen la misma edad y tres de ellos trabajan en el mismo sitio. Estos sujetos son expuestos a anuncios electorales. Se presenta a un ex gobernador al que Homer dice que votará nada más oír su primera promesa, lo cual conforma una crítica al poco criterio de algunos votantes que escogen sin saber realmente quién y cómo es su candidato, lo cual se reitera cuando se arrepiente al escuchar un par de datos. En ese anuncio se hace referencia a la defensa del país que contrasta con la presunta amistad del candidato con un líder terrorista . Esta relación se basa en que artículos sobre ambos aparecieron en el mismo número del New York Times, aludiendo así a las críticas cogidas con alfileres transformadas en hechos y presentadas de la manera más sensacionalista. Aquí encontramos un reductio ad absurdum cuando en vez de publicar una foto de ellos juntos se enseña un fotomontaje de ambos tomando un batido con dos pajitas rodeados de corazones. Las opiniones del grupo siguen evidenciando la crítica a la ausencia de información contrastada y opinión formada de los ciudadanos: Lenny afirma “a mí me gusta todo pero me horroriza” a lo que Carl responde “yo opino lo contrario pero lo mismo”. Homer exclama que es el mejor anuncio de batidos que ha visto, lo cual prueba cómo el espectador se queda con lo anecdótico, tendencia muy aprovechada en el periodismo en general y en la crónica política en particular; por ejemplo, mucha gente asociará el debate Nixon – Kennedy por la ausencia de maquillaje del primero y sin embargo no será capaz de recordar nada de lo que allí se habló.

Después observamos un debate marcado por el uso indiscriminado de cifras y terminología incomprensible para el votante de a pie. A veces las frases ni siquiera tienen sentido en sí mismas (“el quintil mayor de la población consume el 60% de los recursos del país mientras que los dos quintiles menores consumen una octava parte”).

Se nos ofrece también una vista de los jardines delanteros de un vecindario, plagados de carteles electoralistas. Vemos al propio ex presidente Clinton poniendo uno de su esposa. En ese momento se enfoca la casa de los Simpson, dónde se puede leer la palabra “undecided”. Esto provoca una avalancha de periodistas y políticos que se lanzan a por los indecisos (exagerada en las imágenes con helicópteros e incluso elefantes, los cuales simbolizan al Partido Republicano). Los candidatos se sacan fotos con la familia (trinchando un pavo, un estereotipo americano más que alude al Día de Acción de Gracias) mientras recitan cortos eslóganes fuera de contexto: “Valores familiares”, “”desaparición de la clase media”, “recorta y corre”, “los terroristas ganan, los terroristas ganan”...


A continuación vemos a un grupo reunido en el bar de Moe expresando lo hartos que están de la invasión y critican la frívola cobertura electoral alegando que los periodistas “no hablan de los temas cruciales, solo quieren nombrar un favorito y volver a sus mansiones”. También en el colmo de la exageración se escuchan críticas a la democracia e incluso se exalta jocosamente el régimen de Juan Perón porque “cuando te hacía desaparecer desaparecías para siempre” y “estaba casado con Madonna”. Este último comentario vuelve a subrayar la denuncia de la supuesta ignorancia de los votantes que no saben distinguir la historia real de una película. Además, el hecho de presentarle como dictador y acusarle de desapariciones ha hecho que políticos argentinos hayan pedido la prohibición de la emisión de este capítulo de la serie. No obstante, pese al hartazgo y las críticas al sistema y a las molestias causadas a Springfield, Ned Flanders declara “no podemos no votar, nadie hace eso”, aun cuando las tasas de participación electoral en Estados Unidos no eran tan altas como en otros países, y menos en unas elecciones primarias en la época de emisión del episodio (enero de 2008). Sin embargo, unos meses después de batirían records en las elecciones generales que dieron la victoria a Barack Obama, con un 64,1% de participación, la cifra más alta desde 1908.
En esta reunión se decide presentar a un candidato “increíblemente ridículo”, a modo de protesta contra el sistema. Así, de esta manera los electores de Springfield rechazan a los principales postulantes a favor de la aparición de una candidatura de última hora que contaba con el apoyo del 53% del electorado. Este nuevo postulante no era otro que Ralph Wiggum, un niño de ocho años, con lo que Homer, impulsor de la idea, se jacta diciendo “lo que he dicho ha hecho que pase eso de la tele” mientras su familia se mostraba horrorizada.
El absurdo de que tenga ocho años y no esté adscrito a ningún partido político (dado que incluso sería ilegal que se votase a sí mismo) es obviado por todos menos por Lisa. Esta candidatura es tomada en serio y discutida tanto en televisión como a pie de calle, tratándole como un candidato perfectamente elegible y legítimo. Con el personaje más ridículo se nos evidencian las manipulaciones a las que se someten las declaraciones de los candidatos, presentando a un Ralph asustado ante un mar de micrófonos diciendo “esa gente me da miedo” como su reacción ante la inmigración o dibujando su política económica con una imagen del mismo contando unas monedas de su hucha y declarando “solo tengo este dinero”.


Lisa se muestra muy preocupada por el tema y su madre intenta tranquilizarla diciéndole que debe tener fe en la sabiduría del elector medio. Esto resulta chocante dado que unos segundos antes la propia Marge se creía por completo un anuncio del periódico en el que un concesionario intentaba liberarse del stock sobrante. Homer y Bart, por el contrario, se muestran entusiasmados con la candidatura de Ralph y le apoyan, llevando incluso camisetas propagandísticas. Bart presume de que este le dejará ser secretario de Asuntos Gamberros, lo cual es el realidad la primera propuesta que se oye por parte del candidato, por ridícula que sea. Cuando Lisa explica que Ralph no puede ser presidente dada su lentitud y su escasa inteligencia Homer le replica que ser presidente es fácil “solo tienes que decirle al ejército que dispare”. Recordemos que la emisión de este capítulo tuvo lugar durante el ocaso del gobierno de George Bush y que las tornas estaban a punto de cambiar, por lo que en la conciencia americana del momento estaban muy presentes las actividades bélicas promovidas por el entonces presidente y el descontento seguía extendiéndose, como se demostraría en noviembre de ese mismo año en las urnas. También se incluyen referencias al Acta Patriótica y se quita importancia a las intromisiones en la intimidad que pueda ocasionar e incluso se la venera en detrimento de la propia Constitución (según la cual Ralph no podría ser presidente).


Son muy interesantes los retratos pretendidamente estereotipados y paródicos de los partidos Republicano y Demócrata que se nos ofrecen a través de sus reuniones en Springfield (en las que discuten cómo hacer que Ralph se una a sus filas y sea su candidato). Entre los representantes republicanos se encuentran Montgomery Burns, la esposa del Reverendo Lovejoy (única mujer), el mafioso Tony el Gordo, el actor de acción McBain, el doctor Hibbert, un empresario petrolero texano y el vampiro imagen de una marca de cereales. Su reunión tiene lugar en un castillo fantasmagórico en medio de una noche de tormenta y en ella se escuchan críticas al presidente Bush y referencias veladas a las presunto fraude electoral de Ohio. La reunión de los demócratas de Springfield, por el contrario, tiene lugar en un supermercado ecológico y sus representantes son un gay, un inmigrante (el “Hombre – Abeja” mexicano), tres mujeres (entre las que se encuentra la hermana lesbiana de Marge) y el eterno alcalde de Springfield (el cual ha sido siempre una parodia de Bill Clinton). No está exento de crítica este bando, ya que además de los estereotipos se dice que teniendo a Ralph en sus filas no saben cómo la van a fastidiar pero lo harán “porque es lo que hace siempre el partido demócrata”.

Finalmente ambos partidos se congregan ante la puerta de Ralph con el fin de convencerlo de que se una a ellos. Ante la indecisión del candidato se intenta sacar de contexto de nuevo cada una de sus palabras a fin de arrastrarlo a un bando. Ante el acoso de partidos y medios, el niño se encierra en casa y Lisa acude a defenderlo de aquellos que han entrado por las ventanas. Habla con él para que entienda que solo quieren utilizarle y entonces Ralph explica que quizás sea él quién quiere utilizarles a ellos “para que el país vuelva a ser grande. Cuando nos enfademos solo usaremos la palabra, entonces el resto del mundo será majo con nosotros”. Poner la política del diálogo y antimilitarista en boca de un niño como único abanderado de esta defensa pacífica de las relaciones internacionales y la mejora de la imagen de Estados Unidos es el gag final de esta comedia, evidenciando que “los mayores” están corruptos y no hay esperanza sin “sangre nueva”. Precisamente ese voto por la renovación fue lo que acabó pasando meses después, si bien las cosas no fueron tal como Ralph predijo, porque el mundo siempre es más complicado de lo que parece en la mente de un niño de ocho años, pero quizás la lección que pretende transmitir este episodio es que a través de los ojos inocentes es como se ven las soluciones menos problemáticas y que existen todavía feudos no corruptos y esperanza en las nuevas generaciones.

En un final del todo surrealista Ralph se presenta como unión de ambos partidos y en su spot electoral se resume su esencia: “Solidaridad, firmeza, curiosidad. Palabras que Ralph Wiggum desconoce, pero no necesita conocerlas: las vive a diario”. El propio candidato, sentado sobre las rodillas de la estatua del Presidente Lincoln, habla al final del anuncio (como si estuviese pidiendo sus regalos a Santa Claus): “Quiero un triciclo, un perro que no muerda mis juguetes y un futuro más brillante para mi país. Soy Ralph Wiggum y he sido un niño muy bueno”.


¿Qué nos deparará la próxima temporada electoral en la serie? ¿Y en la realidad? Esperemos que los espectadores y votantes no se queden con el anuncio de batidos y que los candidatos no tengan que sentarse sobre Santa Claus para declarar que han sido niños buenos.



jueves, 20 de agosto de 2015

La utilización politica del teatro de Shakespeare


Si algo carateriza a la obra de Shakespeare es su atemporalidad: el contexto puede haber cambiado pero el ser humano, en su más pura esencia, no lo ha hecho. Las ambiciones, los odios y pasiones siguen siendo el motor que mueve al hombre, causa de sus acciones y responsable de sus consecuencias.



El objetivo de los dramas que escribió el Bardo de Avon es el poder, o sea, el mismo objetivo que el “drama” de la política. Su búsqueda no es solamente un elemento de fondo, sino que llega a ser la verdadero protagonista en muchas de sus obras. Shakespeare supo copiar, con extremada sensibilidad y exactitud, el fenómeno del poder como pasión, fuerza, afán, tensión... En definitiva, explicó su significado como motor del conflicto humano, hasta sus más profundos matices, creó personajes dramáticos sobre argumentos históricos que trascendieron al original, convirtiéndose en prototipos permanentes del comportamiento humano ante la lucha por el poder. Shakespeare narró todas las etapas de la lucha por el poder, desde los momentos en que los ciudadanos comienzan a cuestionarse la legitimidad del orden establecido y la justicia, como en el caso de Coriolanus hasta la ejecución de los impulsos provocados por ambición desmedida de que acaba con el asesinato como en los casos de Macbeth o Julio César, por ejemplo.

Este empleo político de la obra de Shakespeare comenzó por él mismo. El escritor vivió durante el reinado de Elizabeth I (cuyo nacimiento se celebra al final de la obra Henry VIII), la última de la dinastía Tudor, y en algunos sectores se ha considerado una parte de su obra como propaganda 1 de dicha casa, ya que alerta acerca de los peligros de la guerra civil y homenajea a los fundadores de la estirpe. Además, presenta a Richard III (el último descendiente de la casa York, principal rival de los Tudor) como un monstruo mientras que alaba al usurpador Henry III, perfiles que han sido ampliamente discutidos por los historiadores a través de los años. Incluso en algunas de sus obras (por ejemplo, Richard III) se advierte del fin de una era (la etapa medieval) con la irrupción del maquiavelismo y recuerda con nostalgia la Alta Edad Media. Además, Shakespeare justifica rebeliones en ciertos casos e incluso el tiranicidio pero no utiliza la historia inglesa para ello, sino que lo engloba en obras que ambienta en la Antigua Roma (Julio César), Dinamarca (Hamlet) o
Escocia (Macbeth).

Si bien Shakespeare nunca fue un propagandista al uso, ya que solamente pretendía invitar al público a sacar sus propias conclusiones y a cuestionar el orden establecido. Además de presunta propaganda política, también se dice que en sus obras se esconden alusiones a sus fuertes creencias católicas y sus miedos respecto al futuro de Inglaterra. Desde la defensa (en boca de sus personajes) de la fe en la “verdadera religión antigua” señalaba al catolicismo que su familia y él parecían practicar. En su época la censura y la quema de panfletos “ilegales” estaban a la orden del día, por lo que sus mensajes debían estar ocultos y disimulados. De la misma manera expresaba su intranquilidad respecto a la situación política imperante, empleando metáforas como “tempestad” o “tormenta” para referirse a los problemas británicos. Incluso se afirma que las referencias al sol constituyen una metáfora de Dios y que los personajes a los que describe como “bronceados” (por ejemplo Viola, Imogen o Portia) son aquellos a los que considera más cercanos a la divinidad. Otra posible clave se encontraría en las referencias al número cinco (las heridas de Jesucristo) cuando el escritor describe flores, heraldos o incluso marcas de nacimiento, por ejemplo.
Pero Shakespeare no solo hizo un claro y preciso retrato de la sociedad política de su tiempo (y del pasado), sino que dejó los ingredientes que seguirían utilizándose siglos después con el fin de continuar retratando sociedades y épocas, en muchos casos con una intencionalidad que va más allá de la mera narrativa histórica.


The play's the thing. Wherein I'll catch the conscience of the king” (Hamlet, Act 2, Scene 2)

El 8 de febrero de 1601 tuvo lugar la fallida rebelión que intentaba conquistar el trono inglés para el Conde de Essex. La noche anterior los conspiradores pagaron a la Shakespeare's Company para que representasen Richard III, obra en la que acontecían eventos similares, con el fin de alentar a los rebeldes. En la investigación que siguió al alzamiento se ejecutó a varios de los asistentes a la representación, si bien los actores fueron eximidos de cualquier cargo delictivo.

La Guerra Civil de 1640 fue más religiosa que política (la ejecución de Charles I se relacionó también con sus creencias católicas) y trajo consigo el cierre de numerosos teatros públicos en una “campaña por la moral pública”. Cuando más de una década después su hijo Charles II regresó a Inglaterra de su exilio en Francia, una de las primeras medidas de su reinado fue la reapertura de los teatros. La patente de uno de ellos fue otorgada al dramaturgo William Davenant, quién decidió devolver el favor de alguna manera adaptado la obra Macbeth. Los paralelismos con la historia son innegables: un rey asesinado por rebeldes ambiciosos, una etapa de oscuridad y confusión y, finalmente, un nuevo gobernante justo y legítimo. Mediante esta adaptación, Davenant transmitía la obra que Shakespeare probablemente había escrito para honrar al abuelo de Charles II, James I, promesa de un nuevo reinado de paz y prosperidad.

Durante los siglos XVII y XVIII las adaptaciones de las obras del Bardo fueron alteradas. Tal como hiciera Davenant, se incluyeron discursos y escenas nuevas a fin de que cada dramaturgo incluyese determinados mensajes que le interesaba transmitir. A día de hoy esto nos parece casi inconcebible pero en aquella época reescribir una obra era más común de lo que pensamos. Uno de los más duraderos ejemplos de alteraciones fue El Rey Lear, cuyas representaciones entre 1681 y 1823 terminaban con un final feliz que incluía una boda entre Edgar y Cordelia. Del mismo modo, La Tempestad se convirtió en una ópera con un nuevo conjunto de personajes. Estos cambios no solo eran permitidos, sino esperados, y daban a la gente con profundas convicciones políticas y religiosas la oportunidad de declarar sus ideas valiéndose de la fama de Shakespeare.

El nombre del escritor acababa saliendo de un modo u otro los grandes debates políticos del s. XIX. Por ejemplo, una discusión acerca de la esclavitud traía argumentos sacados de Otelo o la defensa de los derechos civiles para los judíos se apoyaba en El Mercader de Venecia. Por supuesto, esto no sucedía solamente en Inglaterra; durante la era de la crisis política y social que reinaba en Alemania a mediados del s. XIX, el poeta Ferdinand Freiligrath escribió un poema llamado "Deutschland ist Hamlet" en el que lamentaba la situación de indecisión en cuanto a la búsqueda de la identidad alemana.

El convulso siglo XX fue el contexto perfecto para que las adaptaciones con tintes políticos removiesen las conciencias y alentasen al público que padecía bajo regímenes abusivos. Encontramos un ejemplo en la representación de Hamlet que Jan Kott presentó en Polonia en 1956, poco después del XX Congreso del Partido Comunista Soviético. La traducción del texto fue casi literal pero se enfocó como una obra de protesta contra la represión soviética. Cuando Hamlet dijo “Dinamarca es una prisión”, el público estalló en aplausos. Sin embargo, en este caso nos hallamos ante un camino de dos direcciones, ya que la URSS también promocionaba las obras de Shakespeare y se apropiaba de su discurso, atribuyendo su propia ideología al escritor (el crítico R. M. Samarin afirmaba que el Bardo veía a la humanidad desde el punto de vista comunista, dado que definía al hombre como “participante activo en la sociedad y no una lastimera criatura de Dios”).
Si bien resulta chocante que estos dos bandos utilizasen a su favor a la misma figura literaria, aún es más llamativo considerar que las representaciones de Shakespeare se encontraban entre las más populares en el teatro judío entre los años veinte y treita y, al mismo tiempo, estas mismas obras eran los únicos trabajos culturales de una nación perteneciente a los Aliados que estaban permitidas en la Alemania nazi. Los regímenes totalitarios y la obra de Shakespeare parecen ser una constante en la agitada época que rodeaba a los conflictos bélicos europeos. Encontramos otro caso de reinterpretación de Shakespeare en la versión de Julio César que Orson Welles presentó en el Teatro Mercury en 1937. En ella se fusionan la Antigüedad Clásica y el momento que se vivía en la Italia de Entreguerras, con el nazismo y el fascismo en su punto álgido.

Esta práctica de retratar a gobernantes de carácter dictatorial mediante obras de Shakespeare no ha desaparecido; en 2014 Ben Wishaw declaró que Muamar el Gadafi fue una de sus inspiraciones a la hora de interpretar a Richard II.

No fue solo el teatro el medio elegido para dar una dimensión contemporánea a la faceta política de la obra de Shakespeare. Las adaptaciones al cine también incluyeron alteraciones y diferentes énfasis en la perspectiva de la historia narrada. Destaca el caso Henry V, llevado al cine por Lawrence Olivier (1940) y Kenneth Branagh (1989). La versión de Olivier presentaba a un rey (que dibujó aún más virtuoso que el creado por Shakespeare) guiando a su Pueblo a una victoria heroica, fomentando el patriotismo y eliminando las escenas que representaban las atrocidades de los soldados ingleses. Se trataba de un ejercicio de propaganda y fomento de la devocióna las tropas, un filme que transmitía un mensaje de esperanza muy necesario en la época en la que la película fue estrenada. Por el contrario, Branagh ofreció una visión menos romántica y más cruda. El contexto histórico en el que se presentó su versión era el fin de la Guerra Fría; el enemigo ya no parecía tan monstruoso y la guerra no parecía tan épica y heroica. Esta película es mucho más cínica y no duda en centrarse en aspectos más introspectivos como la duda, la moral la ira y el miedo. Mientras que las escenas bélicas de Olivier eran grandiosas y heroicas, las de Branagh reflejaban una atmósfera mucho más oscura y descarnada. Además, esta última versión recupera las escenas que muestran el lado no tan noble de las tropas que Olivier había eliminado, dotando así a la película de un discurso que muestra los aspectos más crueles de la campaña militar inglesa. Ambos mensajes se entendieron y cumplieron su función: de aliento en el primer caso y como agitador de conciencias en el segundo (si bien Branagh fue muy criticado en los sectores más conservadores).

En los últimos años se ha continuado equiparando figuras y mensajes políticos con la obra de Shakespeare. Los periódicos norteamericanos compararon a Bill Clinton con varios personajes de la obra del Bardo, sobre todo con Henry IV robando el trono a Richard II. Además, una producción de Antonio y Cleopatra durante la época del escándalo Lewinski trazó varios paralelismos entre Antonio y Clinton (“un líder y un libertino al mismo tiempo”). Otro ejemplo, en este caso implicando a un republicano, lo encontramos en un artículo del New York Daily News en 2013: “La producción de Shakespeare que se presenta este año en Central Park habla del líder de una nación que invade un país distrayendo así la atención de la gente del dudoso camino que le llevó al poder. ¿El Presidente George W. Bush? No, Henry V”.
Es común que los ocupantes o candidatos a la Casa Blanca sean retratados como personajes de Shakespeare. El Wall Street Journal se refirió a John McCain como un Rey Lear senil cuyos intentos por ejecutar su poder acababarían en tragedia, mientras que otros medios definían a Romney como un controlador Octavius. Incluso se invocó a Macbeth para hablar del comportamiento del feudo republicano en un debate: “un cuento narrado por un idiota, lleno de ruido y furia, sin significado alguno”. También con Lady Macbeth es comparada la actual candidata a la Casa Blanca, Hillary Clinton desde mucho antes de que dejase de ser la esposa del gobernante para postularse ella misma como líder.

Conclusión
Queda claro que la atemporalidad de la obra de Shakespeare ha sido empleada mucho más allá de lo meramente cultural. Al igual que las prácticas Maquiavélicas o las tácticas de oratoria de Cicerón, el retrato que el Bardo hace del alma humana y de sus pasiones, orientadas en muchos casos a la conquista del poder, es más actual cada día que pasa. El precio de su prestigio es el aprovechamiento de su figura y su obra en pos de intereses partidistas y gubernamentales, siéndole atribuídas ideologías que no profesaba. La patente actualidad de sus historias nos hace comprender que el pasado está condenado a repetirse pero también nos enseña que son posibles las hazañas de sus héroes fuera de un campo de batalla y que la denuncia de la injusticia es el fin más noble que ha prevalecido a lo largo de todo tipo de épocas y transiciones. ¿Qué hubiese escrito Shakespeare en el siglo XXI? Quizás ya lo ha escrito.

Fuentes
- ALEXANDER, Catherine. Shakespeare and Politics (Cambridge University Press, 2004)
- BLOOM, H. Shakespeare Through the Ages (Chelsea House Pub, 2007) (Book serie)
- LYNCH, J. Becoming Shakespeare: The Unlikely Afterlife That Turned a Provincial Playwright
into the Bard (Walker & Company, 2009)
- LYNCH, J. The Politics of Shakespeare, the Shakespeare of Politics (English Speaking Union of
Monmouth County, 2008)
- MONTROSE, L. The Purpose of Playing: Shakespeare and the Cultural Politics of the Elizabethan
Theatre (London, 1996)
- THORPE, V. Shakespeare was a political rebel who wrote in code, claims author (The Guardian,
2005)
- WOO, Celest. Communal Heritage vs. Crucible of Honor: The Function of Audience in Olivier's
& Branagh's Henry V (participations.org)
- ZOLFAGHARKHANIi, M. and HESHMATIFAR, Z. Pedagogical and Colonial Power Discourses
in William Shakespeare’s The Tempest (2012)
- Shakespeare On Line – Study Tools (Britain in Print)

- Shakespeare en la imaginación contemporánea (UNED)