Puede ser que gane uno, que gane otro, que se lesionen cuatro o que metan siete goles (no voy a entrar en el tema de las tarjetas, como se demostró el otro día, los árbitros tiene que llevar más tarjetitas que un empresario autónomo).
Pero la esperanza de la que hablo no va de eso, no es blanca ni blau-grana. La esperanza a la que me refiero podría ser, si hubiese que colorearla, roja y amarilla. No me estoy refiriendo a la bandera en sentido patriótico, sino al país al que representa, como sociedad.
“Pan y circo”, desde Roma hasta nuestros días. Crisis, cambio climático, corrupción, unas elecciones municipales a menos de un mes vista... Pero cuando empieza el partido a los españoles se nos olvida todo. El país gira en torno a los pies de Iniesta (bueno, hoy no precisamente) y las manos de Casillas, por poner dos ejemplos patrios. Todo el resto ya da igual. Qué fáciles somos de contentar.
Pero yo veo un rayo de esperanza, puede que sea verdad que las malas noticias son oportunidades disfrazadas, en este caso, oportunidades de creer en un cambio (lento, pero posible). Las palabras de Piqué hace unas semanas (“Españolitos, os vamos a ganar la copa de vuestro rey”) suscitó olas de comentarios no tanto monárquicos como anti (y pro, que también se defendían) catalanistas. Tendrá que ver o no, será lógica o no esa extrapolación de temas, pero al menos la polémica afirmación (que finalmente no fue tal) de Piqué hizo que, a causa del fútbol, los españoles debatiesen temas políticos.
Puede que no sea el tema ni la mejor manera (ya que sumar política y fútbol es una operación con alto riesgo de suscitar fanatismos) pero si a través del “pan y circo” los españoles no olvidan la realidad de fuera del campo, al menos sabemos que hay esperanzas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario