En política no hay demasiados corazones rotos, lo que abunda es el amor ciego. Los votantes fijos, aquellos que constituyen el suelo electoral, son como la mitad de un matrimonio de los de antes, de los que aguantaban carros y carretas, de los de “hasta que la muerte nos separe”. No hay amantes (oposición) ni discusiones (pequeños desacuerdos en actuaciones desafortunadas) que puedan con semejante amor.
En el término real de la palabra no hay montones de relaciones así, pero extrapolando el tema a la política, podríamos escribir una buena tesis sobre el amor electoral.
Ahora en época de campaña las ciudades se visten como si fuera San Valentín, cambiando corazones por carteles. La gente lleva las fotos de los seres amados consigo, los candidatos no regalan flores ni bombones, pero sí pegatinas, chapas, e innovadores inventos que el marketing se ocupa de preparar en estas fechas tan señaladas.
Por supuesto, este amor es ciego(excepto en los votantes racionales, que pueden ser confundidos con los picaflor a los que todo les da igual, o los indecisos, aquellos con miedo al compromiso). Dan igual los malos momentos, acaban tomándolos como algo suyo, porque en pareja todo se comprarte, y en muchos casos no es que les defiendan porque están de acuerdo, sino que están de acuerdo para poder defenderles.
Lo bueno de este amor es que, si se quiere, se puede evitar el desengaño, se puede seguir viviendo en una nube. Hay medios y personal dispuesto a ayudar a que esa magia no muera, disculpando los fallos, acentuando las cualidades positivas, haciendo ver al mundo lo mejor de esa persona. ¿No es esto una gran parte de aquello que llamamos amor?
El problema es cuando los enamorados no son solamente potenciales votantes, sino líderes de opinión y, sobre todo, medios de comunicación, que tratarán de que nos enamoremos tanto como ellos. Y es que el amor, como cualquier emoción, es lo que más vende.
Como ejemplo, aquí dejo uno de esos “amores” (una parodia, en este caso) que venden... El problema es cuando esto no es una broma ni un programa de humor, sino algo más real en un contexto en el que los enamorados, sensibles y pasionales, pueden dejarse caer olvidando que no solo se vota con el corazón. Debemos recordar siempre la suma de muchos votos saldrá algo que determinará en gran medida nuestra vida, y nadie vive solo con la razón ni solo con la emoción, sino con el equilibrio, más o menos perfecto, de las dos fuerzas.
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