Tengo 25 años. Estos días hace ocho
que me llamaron para decirme que había sido admitida en la carrera
que soñaba, periodismo. Empezaban para mí unos años llenos de
experiencias y aprendizaje. Sabía que no iba a ser fácil, sabía
que habría momentos mejores y peores, sabía que interiormente
valdría la pena. Pero no sabía que, tres años después de haberme
graduado, las noticias (con tintes de gris y negro principalmente
bajo los trazos del pincel económico) las presenciaría desde fuera.
Ni mis teclas las escriben ni mi voz las cuenta. Y como yo, miles de
compañeros miran los toros desde la barrera (maldita metáfora, la
cultura subjetiva, por no decir dudosa, no entiende de recortes; la
información, sin embargo...), viendo como se rompen sus ilusiones,
porque como la mayoría, y a la vez como ninguna, esta es una
profesión de ilusión. La ilusión de investigar, de saber, de
preguntar y responder. De comunicar. Quizás es que no estábamos
hechos para dar tantas malas noticias y la vida nos está haciendo
esperar a que lleguen las buenas, para que salgamos “en el aire”
a gritarlas. Otra ilusión ésta, sí.
Basta de hablar del pasado. Hablemos
del futuro. Dentro de unos meses cumpliré 26 años. Sin haber
cotizado. Esto significa que mis prestaciones de Seguridad Social se
acaban.
¿Cuántas décadas se ha luchado por
un Estado del Bienestar? ¿No es la salud una de las bases de este
sistema? Da igual el color político, atacar con recortes a los más
débiles, a los enfermos, es caer más bajo de lo que nunca ha caído
una democracia. Eso sí, económicamente rentable es un rato. Puedes
cortarte con el ocio, con las marcas de la ropa o la comida...¿pero
con la salud? ¿Quién va a escatimar en eso? Yo veo a nadie diciendo
“no, este mes no me compro las pastillas para la anemia, que tuve
mucho gasto” (por poner un ejemplo “suave”). Nadie va a ahorrar
en medicinas, y las farmacéuticas encantadas. Y los impuestos, al
alza. Y, por supuesto, el IVA es el rey. Fomentar el consumo para
salir de la crisis, ¿qué es eso? Quizás es una manera de suplir
las carencias que ya tenía y las nuevas que tendrá la recortada
Educación. Un curso de economía gratis (nunca tanta gente supo lo
que eran el déficit y la prima de riesgo) y entrenamiento diario
para llegar ya no a fin de mes, sino al fin de semana. Esos días en
los que se debía descansar y disfrutar del ocio que habíamos
aplazado por causa del trabajo ya se han ido. Para muchos, por
carecer de días laborables. Para otros, por no poder dormir
tranquilos por si la próxima subida de la luz les desequilibra el
delicado balance en que se ha convertido la economía doméstica.
Puede que los corruptos hayan robado,
puede que los bancos se hayan llevado lo suyo, puede que haya sueldos
injustos... Pero el peor robo de todos fue el de algo que ni mil
cajas fuertes podían proteger: la ilusión y los sueños de miles de
ciudadanos. Y no hay comisaría para denunciar, solo calles y plazas
para seguir gritando por un sueño. Por nuestro sueño.
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