lunes, 7 de noviembre de 2011

Lo importante es participar




Realmente... ¿Alguien escoge su voto según quién gana el debate? ¿Cómo se sabe realmente quién ha ganado? Si tienes tu voto decidido ¿puedes decir que ha ganado el contrario?
El suelo electoral de un partido y los que tienen clara su elección tenderán a ver las virtudes de su candidato y los defectos del contrario. El cerebro tiene una percepción selectiva que en determinados casos “escoge” la información que le conviene para reforzar una decisión.
Eso no es malo, pero hay que contar con ello a la hora de preparar un debate.

Existen tres tipos de público: los votantes fijos del propio partido, los votantes fijos de partidos contrarios (no solo del adversario directo, sino también del resto de partidos; es un error no tener en cuenta que no todo el mundo limita su elección a dos partidos) y los “indecisos” (esta es una categoría muy amplia, ya que aquí se podrían distinguir otras categorías como el votante racional, que puede no tener su voto claro todavía, aunque lo normal es que este tipo de ciudadano base su voto en algo más que la campaña). Los no-votantes (por propia elección) podrían considerarse como votantes de partidos contrarios, como si votasen a un partido que todavía no existe, porque si son abstencionistas convencidos (o de voto en blanco o nulo) nos encontramos ante el mismo caso a efectos prácticos.

Entonces, ¿Cómo proceder en el debate? ¿Qué hay que hacer, teniendo en cuenta a estos públicos?

  • Votantes fijos: Aquí la tarea es reforzar actitudes y movilizarles, hacer que sientan los colores. Ellos ya nos van a votar, ven el debate buscando más argumentos que apoyen su decisión, esto es lo que debemos darles. Frases contundentes, búsqueda de la emoción, generar expectación y, si es posible, hacer que ellos lo transmitan también. Una de las claves de la campaña de Obama fue la táctica “de persona a persona”. No es lo mismo que un político te diga desde la televisión o desde un mítin sus ideas que el hecho de que tu vecino o tu madre te comente que le va a votar y por qué. No es habitual escuchar a alguien “yo votaré a tal por sus propuestas para que suba el íbex”. No podemos dirigirnos a cada ciudadano exclusivamente, pero podemos intentar que interactúen entre ellos.
  • Votantes contrarios: Sin endulcorantes, a estos no les vamos a convencer. El objetivo aquí es minimizar los daños y cuidar los “detalles” (de los que hablaremos más adelante)
  • Votantes indecisos: Aquí es dónde sí nos la jugamos. Tiene que quedar claro el mensaje. A ellos hay que informarles antes de persuadirles. Contar lo que queremos contar y dejar que nuestra forma de contarlo e interactuar nos lleve por el camino que queremos.




A continuación, algunas claves que hay que tener en cuenta a la hora de debatir:

  • En temas comprometidos no arriesgar demasiado si la situación no lo permite. Más vale decir poco y bien que meternos en jardines de los que es difícil o imposible salir sin daños.
  • Destacar los puntos buenos de nuestro gobierno si buscamos una permanencia. Parece simple, pero a veces es más fácil atacar desde la oposición que “defender el fuerte”.
  • Relacionado con lo anterior, no podemos limitarnos a contestar al contrario, ya que en ese caso este sí estaría “ganando” el debate, llevándolo por dónde el quiere. Se trata de una conversación, así que debemos tanto exponer como contestar, así como preguntar al otro y dirigirnos a él (no queda bien un debate - mítin en es que solo nos dirijamos a cámara, al público o al moderador: no podemos ignorar al otro)
  • No atacar al contrario interrumpiéndole o no dejando que hable. La educación habla más que las palabras en muchos casos. Y la ciudadanía no pasará por alto un intento de dominio desleal del contrario.
  • Si se nos ataca a nosotros, no responder con lo mismo. Un sencillo “¿me puede dejar hablar, por favor?” en un tono moderado transmitirá exactamente lo contrario que está transmitiendo quien nos ataca.
  • No esquivar deliberadamente preguntas o temas. Para solucionar esto buscaremos formas de contestar aunque sea “los expertos están analizando la situación y pronto podremos ofrecer a los españoles las respuestas, pero no queremos precipitarnos”, como en una comunicación de crisis.
  • No mentir. Parece claro, pero a veces parece que se nos olvida. En el culmen del debate, si sentimos que perdemos, nos agarramos a lo que sea, y esto no es adecuado. Se gana con la verdad. El público no perdona una mentira.
  • No prometer lo que no podemos cumplir. Lo bueno de una ciudadanía que ya no cree en muchas de las cosas que se dicen en las campañas electorales es que no tenemos por qué hacer promesas imposibles para persuadir. Seamos realistas.
  • Cuidar los detalles: El cara a cara de Nixon y Kennedy tuvo lugar hace más de cincuenta años pero sigue dejándonos un ejemplo muy claro. Nixon llegó tarde a la sesión de maquillaje, cansado de otros actos electorales y con la sombra de una barba. Los planos escogidos tampoco fueron acertados, por lo que Kennedy fue visto como un político joven y elegante y Nixon parecía mayor y cansado. No mejoró la situación el que este último acusase de sabotaje a la maquilladora. Pero esto no va solamente de imagen: Nixon demostró no haberse preocupado lo suficiente por la preparación del debate (no debería haber estado ocupado todo el día, sino que debería de haber descansado y preparado el debate correctamente), pensando que no iba a cambiar nada, y la transmisión de ese “desprecio” fue decisiva. Además, esta cuestión visual distrajo a los espectadores del mensaje que Nixon tenía que transmitir.
    Como vemos, un detalle tan aparentemente insignificante puede conllevar una cadena de hechos que no benefician nada al candidato, por lo que preocuparse de cada detalle es básico para partir al menos de igualdad de condiciones. De nosotros depende.


Esta noche podremos tener una nueva oportunidad de aprender. Cada candidato tendrá su oportunidad de dirigirse a su público, al público contrario y al público indeciso. Es importante el qué, pero es también importante el cómo. ¿Ganar? Es relativo. Lo que importa es cómo se juegue, es el desarrollo lo que el público tendrá en cuenta realmente, cada uno según sus intereses. El “que gane el mejor” lo reservamos para el día 20. Aquí lo importante es participar.




viernes, 4 de noviembre de 2011

¿Qué fue de Mr. Change?

Aviso a navegantes: En este texto busco analizar unos hechos desde el punto de vista de la comunicación y la opinión pública, por tanto la objetividad será la relativa a estos temas. No obstante, antes de nada haré un ejercicio de sinceridad y diré que personalmente soy obamista. Siempre me ha gustado, pero no es amor político ciego, no considero que sea perfecto y soy consciente del descenso de su popularidad entre la población, cosa que no es 100% responsabilidad suya, como paso a analizar a continuación.


4 de noviembre de 2008. El mundo contempla lo que no hace demasiados años parecía imposible: un afroamericano había ganado la carrera a la Casa Blanca. Había vencido recelos y prejuicios de una sociedad bastante más conservadora de lo que quiere aparentar. Estaba haciendo historia. El sueño de Martin Luther King comenzaba a cumplirse. 
Tres años después, el presidente estadounidense es objeto de las críticas no solamente de sus adversarios políticos (capitaneados por el feroz Tea Party), sino también de miles de ciudadanos descontentos. ¿Es que acaso no ha habido cambio? ¿Qué fue de Mr. Change?




Desde la presentación de su candidatura en el Partido Demócrata, junto a la de Hillary Clinton, se sabía que iba a haber un cambio. Estados Unidos estaría presidido por primera vez en la historia por un afroamericano o por una mujer. Los demócratas sabían eso, de la misma manera que estaban seguros de que la sociedad estadounidense necesitaba algo diferente, ya que la situación durante los últimos años (con hechos, por ejemplo, como la Guerra de Irak) había hecho descender la popularidad internacional de su país. Necesitaban un lavado de imagen del Gobierno, dentro y fuera de las fronteras. Y la palabra fue esa, "cambio". Un cambio que mucha gente pedía desde hacía tiempo, por lo que vieron en Obama la solución a sus problemas.




A esa clave se le sumó una campaña de esperanza (contrarrestando las campañas de miedo que habían utilizado los republicanos en las últimas ocasiones) y personalización (la plataforma barackobama.com implicó directamente a miles de personas, que empezaron a sentir esa candidatura como algo suyo). No hay más que fijarse en el lema "Yes We Can". Nosotros podemos. Tú, conmigo. Aquel camino a la Casa Blanca era cosa de todos. En las elecciones de 2004 se entendía un paternalismo implícito por parte de Bush, algo como "yo cuidaré de vosotros, los malos no os van a hacer nada". En este caso la lucha era de todos. Y cuando la gente se siente de verdad parte de algo, se implica desde la atención ante los discursos hasta el momento del voto.


(No es un vídeo de campaña que surja desde el Partido, sino que está realizado por aquellos futuros votantes que creían en el cambio)


El resultado fue, igualmente, sorprendente. Las barreras finalmente habían caído. Sí, pudieron. La emoción que había suscitado Barack Obama durante los meses anteriores se dejó sentir en las celebraciones de la victoria, y las portadas de los periódicos reflejaron lo que el  mundo estaba viviendo.







El mundo había cambiado... ¿había cambiado? ¿Era Obama el cambio total y la solución a todos los problemas? Evidentemente no. Barack Obama era el nuevo presidente de Estados Unidos y tenía intención de cambiar las cosas. Y comenzó a hacerlo. Pero la situación en la que estaba el país no era fácil, se avecinaba un estallido de la burbuja económica que nada ni nadie, ni el mejor presidente posible, podía cambiar. En cualquier caso, si tenía que vivirse esa situación, era mejor con un presidente optimista que con alguien que poco menos que predijese el apocalipsis y crease una alarma mundial. Las consecuencias negativas de la crisis eran y son innegables, pero no hace ninguna falta que alguien las siga enfatizando desde un alto cargo. La población, más que nunca necesita esperanza. Pero esa palabra es un arma de doble filo, ya que fue lo que provocó la caída de Obama. 




Obama llegó cargado de buenas intenciones y comenzó a mover las cosas, sobre todo en relación a Oriente Medio, lo que le valió un Premio Nobel. En realidar, este honor fue concedido más por la voluntad que por la acción, ya que aún no había tenido tiempo de hacer garn cosas (ya se sabe, "las cosas de palacio van despacio", y si implican a más de un "palacio" la lentitud crece inexorablemente). Lejos de beneficiarlo, este premio oscureció aún más las gafas rosas que los estadounidenses llevaban puestas en cuanto a la política d.O (desde Obama). La caída iba a ser dura, y así sucedió. Por más tiempo que pasaba y más iniciativas que el Presidente llevaba a cabo, nadie, ni siquiera él tenía una varita mágica que solucionase todos los problemas que había. Pese a que algunos lo pensasen, Obama no era un súper héroe.



Poco a poco el apoyo prácticamente incondicional con el que contaba el Presidente comenzó a retroceder, llegando a cuestionarse proyectos como el de la Reforma Sanitaria, que finalmente fue aprobada con muy pocos votos de diferencia y aplicándose diversas enmiendas. No estaba siendo tan fácil.
Las elecciones de medio término en noviembre de 2010 pusieron de manifiesto lo que no podía ser maquillado por más tiempo: la confianza en el Partido Demócrata había caído de la misma forma que la economía. El sueño se había convertido en pesadilla. 



La sociedad no estaba contenta pero ¿quién tenía la culpa? La imagen de Obama se había elevado a tan alto nivel que ni él mismo podía estar a la altura. Las grandes expectativas son rencores en potencia y la primera mitad de la legislatura había sido un ejemplo perfecto. De todo se aprende y una muy buena lección es que hay que "educar" votantes realistas, de nada vale ílusionar a todo un país si la desilusión (lógica, porque nada puede ser perfecto y menos con unas circunstancias que se venían fraguando desde hace muchos años) va a ser más fuerte. 
De esta manera, sectores y movimientos como el Tea Party se constituyeron como verdaderos lobbies que sacaban punta a cada acción de Gobierno, desde cuestionar la procedencia del Presidente hasta compararle con Hitler.






Está claro que antes de la campaña es necesario un marketing de gobierno. Pero no es fácil, sobre todo cuando además de a la oposición, Obama se enfrenta a lobbies, al descontento generalizado y compite no tanto con sus adversarios políticos, sino con el Obama de la campaña, el titán que vivía en el imaginario colectivo y que hizo que la gente soñase demasiado alto. Porque hay que soñar, pero no se pueden levantar tanto los pies del suelo, porque más dura será la caída. 
Recuperar la confianza es si cabe más duro que ganarla. Requiere tiempo y paciencia, pero en política demasiadas veces se mira solo a corto plazo, a las próximas encuestas, sin tener en cuenta las acciones de cada día. Una campaña se hace poco a poco, un Gobierno todavía más. 
Actuaciones como la operación militar que acabó con la vida de Bin Laden pueden haber contentado a los americanos muy rápido pero quizás fue demasiado precipitada la decisión. Las cosas podrían haberse hecho de otra manera y terminar venciendo la guerra contra el terror de igual manera. Sí, la Operación Gerónimo dió un instante de felicidad a los patrióticos estadounidenses que se congregaron frente a la Casa Blanca con banderas mientras coreaban "U.S.A", pero si bajamos a la tierra, esa acción no afecta significativamente a la vida cotidiana de los millones de ciudadanos que se enfrentan a problemas como la precariedad laboral.
- Todavía queda un año, Obama debe enfrentarse a una campaña, pero esta debe ser combinada con marketing de gobierno. hacer bien y hacerlo saber. Quizás sea el momento de dejarse de grandes logros y destacar las pequeñas contribuciones que mejoran la vida de la gente de a pie. Eso es lo que tiene que salir en los medios. Quizás no acapare portadas cada día ni sea TT en twitter. Pero a la hora de llegar a las urnas, los americanos votarán por su vida, no por lo que la televisión enseña.
Todavía se puede, todavía hay un por qué. Ahora toca enfrentarse a los cómos.