jueves, 28 de noviembre de 2013

Speech Actually

Hace un tiempo publiqué una entrada que se llamaba Amor político en la que hablaba del amor ciego (o con visión selectiva) que profesan los votantes fijos a su partido de cabecera. Pero ¿es este amor correspondido? Debería de serlo. Un político se debe a sus ciudadanos y sería recomendable que se "enamorase" de ellos para así tratarles de la misma forma que se trata a un ser querido. Y por muy poético que sea el amor secreto, al igual que la mujer del César, uno no debe solamente sentir cosas, sino también demostrarlas.
Este año se cumplen diez años desde que saltó a las pantallas la película Love Actually. Dejando a un lado que pueda gustar más o menos y que tenga un tipo de target determinado, la película cuenta con algunos discursos interesantes. Uno de los más famosos (¿debería avisar de un spoiler o habiendo pasado diez años ya existe imunidad?) es aquel en el que el amigo del marido de la chica va a su casa con unos carteles que le enseña, mientras se esconde detrás del sonido de unos villancicos para que su amigo no le pille declarándose a su mujer, que eso a algunas personas podrá sentarles mal. El discurso es un poco derrotista, pero tiene una esencia básica: pese a las dificultades, incluso si ella nunca le va a corresponder, él la seguirá queriendo. De esta misma manera, un candidato que se sepa derrotado en las urnas de antemano debe seguir al servicio de los votantes, y hacérselo saber, explicándoles que si bien puede no ganar, desde la oposición seguirá luchando por ellos. 



La política tiene su punto de lucha por amor. La movilidad electoral no es tan diferente de conseguir a una persona con pareja. Muchos dirán que lo segundo es muy poco ético ¿por qué? No estamos hablando de romper algo por romper. De la misma manera que en el amor, captar a un votante de otro partido requiere algo mejor que una campaña negativa. No queremos que esa persona venga con nosotros po capricho y a base de descalificar, sino que entendemos que los ideales y metas son más compatibles, y es lo que tratamos de que la persona vea. Si bien en cuanto a emociones existen otros factores (atracción, química, etc.), el candidato debe explotar eso mismo, hacer que el votante se sienta identificado con sus ideales y decida seguir su camino, igual que se hace con los indecisos. Este proceso requiere mezclar racionalidad con emoción. Las promesas electorales o votos nupciales vendrán en la boda y la boda es el mítin. El mítin no es lugar para contar nuestras intenciones. Es lugar para afianzar y darse un baño de masas. Al igual que no nos declaramos justo en el altar, en política tampoco se puede hacer eso. Para hablar de sentimientos a una persona te sientas con ella y hablas sin prisas. Lo mismo se debe hacer con los ciudadanos, explicar las propuestas en otro tipo de contexto, más cercano, a ser posible, fuera del período de campaña. ¿No hemos oído mil veces que San Valentín es todos los días del año? Pues la relación con los votantes (potenciales, fijos, ajenos, indecisos, etc.) también. Por eso es importante reunirse con ellos periódicamente, por barrios, por ejemplo, para contarles nuestras ideas y también para hacer eso tan importante en el amor: escuchar. Los ciudadanos son la media naranja del candidato, depositan en él su confianza y, por tanto, merecen ser escuchados y tenidos en cuenta. Las promesas de la boda - mítin solo serán la confirmación de lo que se ha dicho antes.

¿Por qué estoy utilizando el amor como ejemplo? No se trata de politizar los sentimientos, sino al contrario. Un político debe de transmitir emoción real, y buscar en sus propias experiencias y aplicarlas a la hora de dirigirse a sus ciudadanos no es una variación del método Stanislavski, sino una manera de poner sus propias emociones sobre el papel y sobre el micrófono. Enamórese usted de sus ciudadanos. Y que su discurso no sea un fragmento de un programa de cotilleo en el que todos se gritan y acusan ni una sucesión de gráficas, cifras y términos incomprensibles. Hable desde el corazón, como lo haría a la persona a quien quiere:

No puedo prometer que todo será perfecto, porque las circunstancias no son las mejores HOY. Pero el presente no es el único estado posible de las cosas. Tengo voluntad de cambiar las cosas y pondré todo de mi parte para que sus días no sean más difíciles. Estaré ahí cuando usted necesite, trabajaremos juntos para que la meta sea diseñada por nosotros mismos. Usted es especial, y lo seguirá siendo incluso si no me vota. Pero aquí está, escuchándome. Si no se ha marchado todavía es porque le interesa lo que tengo que contarle. Y hace tiempo que le interesa si ha seguido mis pasos. Puede arriesgarse a cambiar, a dar el paso y seguir conociéndome, puede que sea lo que usted estaba buscando. Puede también acomodarse en "los de siempre", porque así se ha hecho durante tantos años, pero quizás una pequeña parte de usted se pregunte durante cuatro años más: "¿Qué hubiese pasado si hubiese conocido más a la oposición? ¿Y si le hubiese votado? ¿Hubiesen cambiado las cosas?" 
Puedo prometerle muchas cosas, pero este no es el momento ni el lugar, ni usted me ha dicho si acepta mis promesas; por tanto, solo le haré una: si usted me vota, me encargaré de que no tenga que arrepentirse.


Candidatos, hablen con el corazón, es la única manera de demostrar que alguien nos importa. Porque si los ciudadanos no le importan de corazón, debería usted dejar sitio a los que sí se han enamorado.