viernes, 22 de abril de 2016

Mucho más que el apellido correcto. Otra tanda de lecciones políticas de Juego de Tronos

En dos días comienza la nueva temporada de Juego de Tronos y las cosas en Poniente están más revueltas que nunca: un rey débil y de legitimidad más que dudosa, una Inquisición en nombre de la Fe que descabeza a las casas más poderosas (los chistes sobre descabezar y Stark no tienen cabida aquí, esto no va con ellos, menos mal), el Lord Comandante de la Guardia de la Noche muerto y amenazas de hielo y fuego (los Caminantes se acercan porque “Winter is Coming” y los Dragones no permanecerán en Essos por mucho tiempo si su dueña decide cumplir su misión de recuperar lo que es suyo “con fuego y sangre”). Si bien habrá una gran carga de fantasía en la fase que empieza, el Juego de Tronos político también ejercerá un gran peso, al igual que el año pasado. Recordemos algunas lecciones que nos dejó la quinta temporada:

 - El Rey debe intimidar a los grandes señores e inspirar al Pueblo 
Una conversación entre Varys y Tyrion nos dejó ver que se busca un buen gobernante y que el Lannister repudiado y exiliado puede jugar un gran papel en dicho gobierno potencial. Cualquier loco con suerte puede haber nacido con poder, pero ganárselo por uno mismo conlleva un trabajo, Varys declara que él quiere paz y prosperidad, una tierra donde los poderosos no abusen de los débiles. Ante el cinismo de Tyrion, que afirma que los poderosos siempre abusan de los débiles y que es así cómo ganaron el poder. Varys dice que quizás están tan acostumbrados al horror que asumen que no hay otro camino. Le dice que el (Tyrion) no se sentará en el trono pero puede ayudar a alguien a hacerlo, ya que tiene los instintos políticos de su padre y también compasión y eso ha de tener también el rey a quién sirvan: “Los Siete Reinos necesitan a alguien más fuerte que Tommen pero más amable que Stannis; un monarca que pueda intimidar a los grandes señones e inspirar al Pueblo. Un regente amado por millones y con un ejército poderoso...y el apellido correcto”. Pero ¿cuál es el apellido correcto? Parece que ¿De verdad es la sangre real una garantía de buen gobierno? 




 - Matar y hacer política no siempre son la misma cosa 
El reinado de Daenerys en Meereen (y su intencional futuro gobierno de los Siete Reinos) está lleno de contradicciones. La khaleesi llega a la ciudad derrocando los símbolos del pasado esclavista (la imagen de la destrucción de la Efigie es un gran paralelismo con la de la estatua de Sadam Hussein en Irak)...



No obstante, pronto su reinado empieza a teñirse de tintes dictatoriales. Pese a que se le aconseja no provocar a los opositores, y que es más fácil reinar sobre súbditos felices que sobre súbditos enfadados, ella afirma que las serpientes alteradas se levantan y eso hace que sus cabezas sean más fáciles de cortar. Su particular guerra contra los “Hijos de la Arpía” incluye muertes en ambos bandos, ex esclavos suplicando volver a su antigua condición y una alianza matrimonial que aparentemente calmará las aguas. No es la única que en esa temporada ha intentado legitimarse como gobernante a base de matrimonio; al otro lado del mundo, los Bolton intentan asentar su poder en el Norte casando al heredero “por conquista”, Ramsay (bastardo reconocido de Roose Bolton) con la que se cree única Stark viva, Sansa. Ninguno de los dos casos funciona demasiado bien. 
Volviendo a Meereen, Daenerys recibe la visita de Tyrion Lannister, quién le explica que él puede ser de mucha ayuda, ya que ella no puede gobernar una tierra en la que no ha pasado ni un minuto de su vida adulta, mientras que él entiende la idiosincrasia de los Siete Reinos y conoce las debilidades y fortalezas de las Casas Dominantes. Sin embargo, ella responde que tendrá un gran ejército... Y tres grandes dragones. Pese a que Tyrion le explica que matar no siempre es lo mismo que hacer política (cosa que ya se le había dicho cuando Barristán le contó la verdadera historia de su padre, el Rey Loco), Daenerys insiste en que no quiere detener la rueda del juego político de Poniente, sino romperla. Los colores rojo y negro del emblema Targaryen empiezan a cobrar reminiscencias históricas concretas...  



- Cualquier movimiento ambicioso es un riesgo 
Estas palabras pronunciadas por Meñique, el Maquiavelo de Poniente, podrían resumir no solo toda la política ponienti sino también la del mundo real. El Juego de Tronos trae alianzas improbables que duran segundos y manipulación como forma de sobrevivir en el fuego cruzado. Lord Baelish cambia de bando varias veces durante diez capítulos: promete proteger a Sansa Stark pero en realidad la lleva con los Bolton (traidores que asesinaron a su hermano y se impusieron como guardianes del Norte), les hace creer que está de su lado pero acude a Desembarco del Rey para negociar con Cersei, vendiéndole informacióna cambio del Norte... Hasta que momentos después vende a la reina madre (siendo el causante de su encierro por la Fe) para ganarse el favor de los Tyrell, con quiénes ya se había asociado para matar al Rey Joffrey. No obstante, todos estos eran sus bandos aparentes: Meñique solo está del lado de Meñique. ¿Demasiados malabares para un solo hombre? Dicen que quién juega con fuego se acaba quemando; bueno, precisamente con fuego no jugó (todavía), no se ha metido con los Targaryen, pero ha jugado con lobos, venados, leones, peces, flores... Y la excesiva seguridad en su dominio será probablemente la causa de su caída. 



No obstante, Petyr no es el único que manipula en la Corte. El nuevo Rey, Tommen “Baratheon” es el blanco de las tácticas presuasivas de su madre y Margaery (su reciente esposa), siendo usado como moneda de cambio en el fuego cruzado entre los Lannister y los Tyrell. Sin embargo un agente externo “frena” esa guerra fría en la práctica encerrando a sus dos cabezas; si bien lejos de romper las hostilidades no ha hecho más que avivar el fuego.

 - Cuando los pocos dejan de temer a los muchos... 



El nuevo Septón Supremo ha revolucionado las calles de Desembarco... y los castillos. Tras el mensaje de que todos son iguales ante los Siete y el apoyo a los más pobres se esconde una Inquisición dogmática y de fanatismo extremo que encarcela a los “pecadores” más poderosos (destacando la reina, su hermano y la reina madre) y les castiga haciéndoles avergonzarse de sus pecados (que van desde la homosexualidad al incesto, pasando por el falso testimonio), siendo el máximo exponente de penitencia el Paseo de la Vergüenza de Cersei, a quién cortan el pelo y hacen desfilar desnuda desde las celdas hasta la Fortaleza mientras los ciudadanos le gritan y arrojan cosas.



- No se trata de amistad, se trata de sobrevivir
Pero lejos de Desembarco del Rey, en el Muro (y Más Allá) también se lee a Maquiavelo. Por una parte, Stannis reprende a Jon por dar una muerte rápida (con un flechazo) a alguien condenado a morir en la hoguera y le dice que no se les debe mostrar compasión a los traidores porque “la palabra del rey es la ley” y que si la gente no teme al gobernante, no le siguen, señalando a Davos, su fiel Mano, como prueba de lo bien que funciona un castigo ejemplar (Stannis le había cortado las falanges por contrabandista tiempo atrás). Pronto Jon tendrá que poner en práctica esto; tras unas elecciones reñidas sale elegido Lord Comandante (si bien en los libros hay un auténtico ejercicio de comunicación política por parte de su amigo Sam, quién convence a los otros dos candidatos de que apoyen a Jon vendiéndoselo a cada uno según sus propias circunstancias) y esto le hará tomar determinadas decisiones que no serán precisamente bien recibidas (perdiendo un opositor la cabeza por su insumisión).



El discurso del miedo a un enemigo mayor como vía para forjar alianzas imposibles en tiempos normales (“pero estos no son tiempos normales”) tiene su efecto cuando acude Más Allá del Muro para convencer a los Salvajes de que se unan a ellos para combatir al gran enemigo: los Caminantes Blancos. Sus palabras acerca de la lucha común contra el peligro “no somos amigos, nunca lo hemos sido, no lo vamos a ser. Esto no trata de amistad, trata de sobrevivir”, el hecho de llevar a un “padrino” (Tormund, un líder para los salvajes) que les convence de que se necesitan mutuamente y su “regalo” (armas de obsidiana, lo único que puede matar a los Caminantes Blancos.. Ol menos eso se creía) consiguen poner de su lado a una gran parte del Pueblo Libre, si bien será su perdición. Su alianza le cuesta su propia vida en un asesinato al estilo del de Julio César, “por la Guardia” a manos de sus hermanos juramentados que le consideraban un traidor. El adalid de la lucha por la supervivencia no ha sobrevivido a la preparación para la batalla... De momento. 

- El Norte recuerda 
Esta es mucho más que una frase hecha; es la gran lección resumida en tres palabras. El Norte no acepta a los Bolton, el Norte solo sirve a un Stark. Los Stark fueron grandes gobernantes, compasivos pero justos y hasta que la guerra estalló, en el Norte reinaba la prosperidad pese a las condiciones difíciles. Pero no es solo una cuestión de llevar el apellido correcto, es cuestión de ser digno del cargo de Guardián del Norte. Hubo muy buenos gobernantes y el Pueblo reclama que vuelvan: la inmortalidad es una buena gestión. Si los norteños fuesen electores votarían Stark sin duda, pero, de nuevo, no es el nombre, es el honor. El Norte Recuerda. 




 Mis otros dos posts sobre lecciones políticas de la serie aquí y aquí

martes, 15 de marzo de 2016

Una jaula de cuarenta pisos. Crítica de High-Rise... LIBRO (en espera de la película)

High-Rise is all about architecture, but it's also not about architecture at all” (Ned Beauman)

Dentro de unos días se estrenará la adaptación cinematográfica de la novela High-Rise (Rascacielos), de J.G. Ballard, dirigida por Ben Wheatley y protagonizada por Tom Hiddleston, Luke Evans, Jeremy Irons y Sienna Miller. La verdad es que mientras leía el libro pensaba que era material “Lars von Trier”, así que estoy deseando ver qué ha hecho Wheatley, porque si la hubiese dirigido el danés tendríamos un Dogville claustrofóbico y descarnado, brillante pero estéticamente previsible, rozando el gore y descorazonando visualmente al espectador en cada plano. O quizás no, solo estoy elucubrando. La crítica de aquellos que pudieron ver la película en su estreno en el Festival de San Sebastián afirma que es escalofriante, absurda, demencial e hipnótica, por citar solo algunos adjetivos. A falta de verla, de momento voy a hablar del material primigenio del que surge: la novela. Y adelanto que si la película es escalofriante, absurda, demencial e hipnótica, que probablemente lo sea, es porque el libro lo es.



La premisa es un día cualquiera en un lugar no tan cualquiera: nos encontramos en un edificio – ciudad, una maravilla arquitectónica que hace realidad la utopía propuesta por Le Corbusier: una torre de lujo, repleta de comodidades y facilidades, desde piscina hasta escuela, que el residente solo abandonaba para ir al trabajo (si ese fuera el caso, ya que varios de los residentes trabajan desde casa). Los vecinos viven alejados del mundanal ruido, aislados del caos de Londres y rodeados por otros edificios similares que en ese momento todavía están deshabitados y un lago artificial aún en construcción. Todas sus necesidades están cubiertas, la pirámide de Maslow parece tener forma rectangular coincidente con el rascacielos y la paz, en términos generales, reina en un ambiente bastante impersonal, circunstancia preferida por muchos de los residentes.
Pero esta utopía vira en distopía en lo que dura un pestañeo, o, más bien, un apagón. Unos minutos de caos en los que las comodidades desaparecen terminan con el cadáver de un perro en la piscina, la muerte simbólica del status quo que se vivía. A partir de ese momento distintos fallos en el edificio (al principio técnicos pero pronto provocados) lo convierten en una cárcel, un secuestrador arquitectónico en dónde todos los rehenes tienen síndrome de Estocolmo. Ascensores estropeados, agotamiento de las provisiones, peleas, caos y muerte parecen motivos más que suficientes para abandonar aquello que antes pudo ser un hogar, pero, por el contrario, los vecinos se resisten a ello, llegando a abandonar todo contacto con el mundo exterior y ocultando por todos los medios la situación. Volvemos aquí a esa pirámide de Maslow, que va siendo truncada de arriba abajo a medida que el caos asciende hasta que finalmente solo importa cubrir las necesidades fisiológicas y de seguridad, a costa de lo que sea. Somos testigos de episodios completamente incomprensibles desde fuera de esa torre, en la que los más bajos instintos corrompen hasta a las más altas esferas. El prototipo ideal de la vida moderna es ahora el lugar más incivilizado del mundo: el rascacielos vive en la prehistoria.
El edificio es la metáfora en forma de universo limitado (enfatizado por el aislamiento) de las clases sociales. En las plantas más bajas viven los trabajadores de menor poder adquisitivo, vidas sencillas y profesiones técnicas. Los pisos intermedios son para la clase media / media-alta, profesionales del mundo de la medicina o las finanzas. En algunos de los pisos que divide ambos espacios habitacionales se hallan las zonas de servicios comunes: supermercado, escuela, piscina... Finalmente en la parte más alta del edificio se encuentra el ático del arquitecto del edificio, en una suerte de simbolismo que lo calificaría como deidad vigilando y gobernando su creación. La lucha entre propietarios ante la falta de recursos es una lucha de clases en toda regla y aunque parece fácil pensar “pero ellos pueden salir del rascacielos y comenzar una nueva vida”, la realidad es que no, que tal y como comprobamos en las últimas visitas al exterior de algunos residentes, pueden salir (físicamente) del edificio, pero el edificio no sale de ellos. Esa nueva forma de vida que compraron junto a sus apartamentos ha resultado ser la trampa psicológica que les ha atrapado volviendo su mundo del revés y provocándoles una agorafobia que solo se calma volviendo al territorio inseguro y salvaje en lo que se ha convertido aquello que una vez llamaron hogar.



La historia en el libro es narrada por tres voces, una perteneciente a cada clase o segmento del edificio:
- Richard Wilder es el representante de las plantas (clases) bajas. Trabajador de televisión, encuentra en el caos que sume al edificio el tema perfecto para un documental, por ello abandona a su familia y emprende una subida a la azotea cargado con su cámara. Esta ascensión, que parecería fácil en una realidad tal como la conocemos (bastaría con tomar un ascensor) es una expedición con tintes épicos plagada de obstáculos que le hacen retroceder, alianzas por medio de la protección (en el caso de las mujeres) y violencia (cuando se trata de hombres). Su apellido no es casual: Wild significa “salvaje”, por tanto wilder es “más salvaje”, como el mismo personaje se va volviendo más y más salvaje, descendiendo a sus más bajos instintos a medida que asciende en el rascacielos. Además SPOILER
FIN DE SPOILER.
- Anthony Royal, el ya mencionado arquitecto del edificio, que observa el ascenso y caída de su obra, disfrutando más de esto último, fascinado por el experimento sociológico que está teniendo lugar en “sus dominios”. Su apellido, Royal, alude a la realeza, como representante de la clase más alta de esa radiografía social, cómodamente instalado en su ático y con una actitud mitad paternalista, mitad beligerante, llegando a hacerse con un “ejército” de perros y gaviotas.
- Richard Laing , médico forense, es un residente de las plantas intermedias y representa,a la clase media-alta. Podría ser el narrador más objetivo de los tres (de hecho es el hilo conductor de la novela y más aún en la película), si bien el personaje es prácticamente “invisible”: conocemos los hechos que él nos narra pero no es el protagonista directo de nada: no inicia acciones beligerantes ni toma represalias realmente, solo se deja llevar, establece alianzas y es el perfecto observador participante. Sin embargo, esto no disminuye su importancia, al contrario: Laing representa lo que la mayoría de la población haría en un caso así (llevado a los extremos y teniendo en cuenta el contexto distópico en el que nos hallamos; desde “fuera” es fácil decir que se llamaría a la policía o se abandonaría el edificio). Él se preocupa de proteger a su hermana, residente también del edificio, en conseguir provisiones y convertir su casa en un improvisado búnker; en definitiva, su objetivo es sobrevivir. No obstante, su síndrome de Estocolmo es el más evidente y acepta la nueva realidad como definitiva, preparándose para perpetuar su existencia en ese nuevo mundo metafóricamente post-apocalíptico SPOILER
FIN DE SPOILER.



Cabe destacar que, si bien el protagonismo parece monopolizado por los hombres, el papel de la mujer y su evolución es realmente importante en esta “nueva” sociedad que nos deja el final de la novela. Sin entrar en detalles, las mujeres del edificio empiezan siendo “esposas de”, son abandonadas y finalmente encuentran un nuevo papel, que promete ser determinante en lo que pase “fuera de plano” al terminar el libro.


Queda esperar a la película para ver cómo las imágenes mentales que el libro pinta de manera magistral toman vida en la pantalla. El hecho de que la crítica la haya calificado como extraña y demencial parece confirmar que el trabajo está bien hecho, pues así es cómo resulta este descenso al primitivismo en un ambiente rodeado de modernidad visto “desde fuera” (he usado varias veces esta expresión pero es la mejor forma de expresar esa visión del espectador en cuanto a fondo y forma, toda la acción ocurre literalmente entre cuatro paredes y aquellos que no están dentro del edificio no podrían comprenderlo). Pronto se abrirán las puertas de EL Rascacielos con mayúsculas, a ver qué nos encontramos al entrar.



(Imágenes: wikipedia, tumblr)

lunes, 22 de febrero de 2016

Los nuevos Príncipes de Maquiavelo: el carisma de los villanos en cine y televisión


Obra política de referencia dónde las haya, El príncipe, de Nicolás Maquiavelo ha sido herramienta y biblia de muchos gobernantes a lo largo de la historia. Fuera de forma más o menos reconocida, más o menos cuestionable, las enseñanzas del filósofo y diplomático han sobrevivido a su época y se han convertido en atemporales.. Y en universales. No solo el que sostiene el cetro ha hecho caso de las directrices marcadas en este tratado; desde las reuniones de consejos de aministración hasta familias “gobernadas” por una figura autoritaria (sin entrar en cuestiones de género, ya que hay tanto príncipes como princesas), el maquiavelismo se ha dejado sentir en todos los niveles sociales.
Siendo el cine y la televisión reflejos del mundo real en cuanto a la psicología personal y social, no podían faltar figuras que, siendo completamente distintas al modelo absoluto propuesto, encarnan una o más características básicas del príncipe, haciendo que no solo esta figura se normalice, sino también consiguiendo legiones de fans en muchas ocasiones; quizás no querríamos tenerles en el apartamento de enfrente tendiendo la ropa en el patio o viniendo a pedir sal, pero el psicópata o sociópata encantador existe y es amado, si bien no siempre comprendido. Aquí tenemos algunos casos:
* Varios de los ejemplos provienen de obras literarias y sus adaptaciones al cine y la televisión, tomándose estas historias audiovisuales como referencia

Loki
El Príncipe debe ser antes temido que amado, puesto que al no poder ser las dos cosas a la vez, resulta más seguro ser lo primero.


La personalidad del hermano adoptivo de Thor es mucho más compleja de lo que parece. Sus maneras dictatoriales (que he analizado aquí en el pasado) tienen un transfondo de necesidad afectiva que no pudo satisfacer. Lo que en un principio eran celos de la popularidad del que creía su hermano se convirtió en odio al saber que realmente él no pertenecía a Asgard y, por tanto, no era hijo de Odín: este prefería a Thor porque era su verdadero hijo, Loki era un “prisionero de guerra”. Tras tratar de conseguir su aprobación con medidas drásticas una vez más, Loki se rindió y, como se observa en Los Vengadores, se transforma en un verdadero tirano. Considera que no puede llegar a ser amado y decide que, al menos, será respetado por medio del miedo. Durante los eventos ocurridos en Thor: El Mundo Oscuro se nos comienza a mostrar la verdadera naturaleza de Loki pero ese sentimiento de inferioridad sobrecompensado con su comportamiento enfurecido y frustrado no desaparece.

Cersei Lannister
Debe escoger bien a los ministros, procurándose su lealtad incondicional y evitando que el subalterno se plantee una conspiración.


Ella misma lo dice: “Cuando juegas al juego de tronos, o ganas o mueres”. Puede que Cersei no lleve la corona pero ha intentado gobernar desde que se convirtió en reina, consiguiéndolo parcialmente al convertirse en “reina madre”. Si bien no podía controlar del todo a Joffrey (y parece que alguien tiene más influencia sobre Tommen), su puesto privilegiado en el Consejo le dió la oportunidad de elegir colaboradores que no fuesen a traicionarla en un principio, apartándolos inmediatamente la mínima sospecha. Pero tal como le decía a Joffrey, “todos menos nosotros son el enemigo”, su paranoia (basada incluso en profecías) fue aumentando hasta sospechar de todos, condenar a quién le convenía como medida preventiva e ir volviéndose más torpe en sus manipulaciones como consecuencia de su estado mental alterado. No es el primer caso que la locura conspiranoica se adueña del gobernante: sin ir más lejos, el último rey Targaryen, Aerys, era conocido como “el Rey Loco” y sus acciones de “guerra” preventiva contra sus presuntos enemigos acabaron desencadenando una serie de acontecimientos que todavía tienen una gran influencia en el “presente” de la trama.

Moriarty
El Príncipe debe procurarse fama de cruel.


Es la némesis de Sherlock Holmes, su igual y su contrario, su reflejo en el espejo. Si bien al principio está oculto e incluso llega a infiltrarse en el círculo de Sherlock, en cuanto se revela inicia un reinado del terror mediante crímenes y atentados que hace que nadie tenga duda de quién es el villano aquí. SPOILERS HASTA EL ESPECIAL DE NAVIDAD, INCLUÍDO Pero ¿qué es Moriarty? Sabemos (¿sabemos? Parece que esta vez sí) que Jim está muerto pero Moriarty vive. Su sola imagen (“Did you miss me?”) genera el pánico en las altas esferas de Inglaterra. Parece que Moriarty es algo más que una persona, Moriarty podría ser un colectivo, una tela de araña en la cual Jim podía ser el titiritero o solamente una marioneta más. Tendremos que esperar para descubrirlo pero si algo está claro es que Moriarty es príncipe, rey y hasta reina, si esto incluye probarse las joyas de la corona.



Gregory House
El fin justifica los medios


Pasamos de la némesis de Holmes a su casi alter ego médico. No todo van a ser villanos; House es, como mucho, un antihéroe que emplea prácticas de dudosa ética a la hora de resolver sus casos. Pero evidentemente, aunque siempre se vea rodeado de polémica y en algunas ocasiones le traiga problemas (por ejemplo, que algún familiar del paciente le haya agredido físicamente o que un detective la tomase con él y denunciase su extrema posesión de vicodina), difícilmente se le acaba condenando, pues su fin justificable es salvar una vida. Desde el allanamiento de morada para conocer más cosas del enfermo hasta despertar a un paciente que llevaba veinte años en coma o disparar a un cadáver, el camino a la curación del enfermo pasa por caminos moralmente complejos. Para lo que ya no es tan justificable el comportamiento maquiavélico del doctor es en sus estrategias para conseguir vicodina, sustancia a la que es adicto debido a los fuertes dolores que padece en la pierna derecha. House no ha dudado en falsificar las recetas de sus compañeros o chantajearles para conseguir el medicamento. Su argucia más extrema fue fingir un cáncer para que le administrasen un nuevo tratamiento contra el dolor en Houston.

Saruman
Que no se aparte del bien mientras pueda, pero en caso de necesidad que no titubee en entrar en el mal.

El otro gran mago de la saga de El Señor de los Anillos es un ejemplo de cómo un ser honorable considerado “un grande entre los sabios” puede corromperse y rechazar toda oportunidad de redención. Su motivo no es solamente el habitual de todos aquellos que se pasan al lado oscuro en la saga (el ansia por poseer el anillo único), sino también el miedo a Sauron, al que decide unirse para recuperar el anillo y conquistar la Tierra Media. No obstante, es posible que en su proceso de corrupción hubiese elementos ajenos a su voluntad (si Saruman utilizó sus poderes psíquicos para ese fin). Probablemente hay un poco de todo, puesto que no hacía falta la intermediación de nadie para desear el anillo, este en sí mismo, con su sola existencia y / o proximidad lograba atraer a todos aquellos con una mínima debilidad (incluso los considerados héroes de la saga llegan a estar a punto de sucumbir a él). En el caso de Saruman, no le hace falta ver el anillo, su ansia por recuperarlo (quizás para Sauron, quizás para sí mismo) le nubla la razón y no duda en traicionar a los suyos e iniciar una guerra con el fin de acabar con aquellos que se oponían a su causa.

Gru y los Minions
Debe escoger bien a los ministros, procurándose su lealtad incondicional y evitando que el subalterno se plantee una conspiración.


Los Minions son tan adorables que se nos olvida de qué lado estuvieron durante la mayor parte de su existencia. Los conocimos al servicio de Gru (que empieza como villano, si bien luego acaba reformándose) pero en secuela dedicada a ellos, podemos ver que a lo largo de su historia siempre se han dedicado a servir a “los malos”: desde el Tirasosaurius Rex hasta el Conde Drácula, incluso a Napoleón, los Minions han dedicado sus vidas a la búsqueda del tirano perfecto. No parece existir maldad en ellos, incluso se les presupone poca voluntad propia, por tanto es un misterio por qué elegían siempre servir al mal... Aunque durante poco tiempo: su torpeza hacía que sus amos les durasen un suspiro, acabando con ellos “sin querer”. La excepción fue Gru, para quién trabajaron cuando era un villano... Y también cuando dejó de serlo, ayudándole incluso en su camino hacia el bien, sin cuestionar que se hubiese vuelto blando. Desde la perspectiva maquiavélica, comenzaron muy bien pero esta impasibilidad y adaptación a un amo que cambió radicalmente su forma de ser convirtiéndose en el bueno de la historia no les hubiese valido de mucho con un verdadero Príncipe... Porque Gru no lo es. Si lo fue en algún momento, en el proceso que se narra en la primera película va incumpliendo todos y cada uno de los consejos que Maquiavelo le hubiese dado (deshacerse de aquellos que le ayudaron a llegar a la cima, ser antes temido que amado, incumplir sus promesas, etc.). Pero este es el punto de la historia, si bien al italiano lo hubiese gustado, la redención es posible.

Estos son solo algunos ejemplos de personajes de los que Maquiavelo estaría orgulloso en algún punto y todos tienen legiones de fans. ¿Es que ahora nos atrae el malo de la película? Los sociólogos y psicólogos que estudian este reciente fenómeno del “triunfo del canalla” no se atreven a decir tanto, pero coinciden en que es normal que la gente ponga sus ojos en un tipo políticamente incorrecto y a pesar de todo les guste lo que ven. Las razones son muchas, pero la principal es que estos “anti-héroes” actúan como a muchos les gustaría en la vida real, rompiendo unas normas que, de atreverse, la mayoría se saltaría en la vida real.

 Además, hay que tener en cuenta que para ser malo no vale cualquiera. El villano tiene que tener carisma, seguridad en sí mismo y una inteligencia que sobresalga (maquinar maldades tiene su dificultad). Y resulta que estas son algunas de las cualidades más valoradas en la sociedad. Que eso traiga aparejadas otras características y, al final, consecuencias no tan buenas no importa tanto... Siempre que haya una pantalla de por medio.

martes, 16 de febrero de 2016

Patriotismo desde la cuna: Disney y la idealización del American Way of Life

Durante la Segunda Guerra Mundial, Walt Disney estuvo involucrado en la producción de películas propagandísticas para el Gobierno de Estados Unidos. Su carácter familiar fue decisivo para la expansión de la imagen pro-americana y la responsabilidad patriótica de apoyar a las tropas que daban su vida por la patria. Más que conocido es su corto Der Fuehrer's Face, inicialmente titulado Donald Duck in Nutzi Land (jugando con la similitud fonética entre nazi y “nuts”, término coloquial para “loco”, por lo que significaría “tierra nazi” o “tierra de locos”) en el que se muestra la pesadilla del personaje, que se encuentra trabajado en una fábrica de la Alemania nazi. Con este tipo de trabajos se buscaba demonizar aún más al enemigo y, de paso, recaudar más dinero con la venta de bonos de guerra para la causa.



Esta labor propagandística fue continuada durante la Guerra Fría. La diferencia radica en que los mensajes fueron más sutiles durante este período. Esta fórmula resulta especialmente interesante, ya que se trataba de productos audiovisuales destinados a niños, nadie sospecharía que fuese a insertarse aquí contenido político pero la verdad es que sutiles referencias ideológicas fueron escondidas con el fin de llegar a los padres, que llevaban a sus hijos al cine sin ninguna sospecha de que habría más que una inocente historia animada.
Las tramas de las películas producidas durante este período, así como sus moralejas, tenían un significado que, por una parte los niños podían interiorizar y acabar relacionando con eventos reales a medida que crecían y, por otra, los padres lo identificaban inconscientemente con la realidad que se vivía. Por ejemplo Mickey y las Judías Mágicas narraba la historia de los habitantes de “Valle Feliz”, que debían enfrentarse a un temperamental gigante con el fin de restablecer la paz y la armonía. Más directa resulta La Bruja Novata, ambientada en el contexto bélico y cuya trama se basa en utilizar la magia para poner fin a la guerra. Incluso en la adaptación de Alicia en el País de las Maravillas pueden encontrarse referencias a la historia de la posguerra y la situación de cada bando.
También se creó el “Mickey Mouse Club” (1955), un show de variedades para televisión, de forma que Disney salía de los cines para llegar a las casas a través de la pequeña pantalla, superando lo esporádico de los largometrajes siendo semanal o diario. Incluso el concepto “club”, si bien no se trataba de un club al uso, generaba un sentimiento de pertenencia, de formar parte de un colectivo especial y distinto... Exactamente lo que el patriotismo americano fomentaba cada vez con más fuerza
No obstante, Disney no se quedó solo en las pantallas, sino que dio el salto a la vida “real” creando un parque en el que los adultos podrían divertirse tanto como los niños, donde las familias podrían disfrutar juntas en un ambiente seguro, limpio y estimulante, con el fin de olvidar los horrores que acababan de padecer y cuyos coletazos proseguían en la posguerra. Con este objetivo nació Disneyland, diseñado para representar períodos específicos de la historia, mundos fantásticos y esperanzas para el futuro. Walt Disney pretendía que cada atracción estuviese llena de autenticidad para crear atmósfera a través de referencias a la cultura y tradición americanas. En sus propias palabras (durante la inauguración del primer parque temático), “Disneyland está dedicado a los ideales, los sueños y las duras vivencias que han creado América, con la esperanza de ser fuente de alegría e inspiración para todo el mundo”.



Queda claro que el mundo Disney siempre es más complejo de lo que parece; si bien hoy por hoy estamos presenciando la inclusión de nuevos cánones (protagonistas afroamericanos, historias de princesas que no acaban necesariamente en boda...), la cual constituye un avance de cara a una mayor representación de los colectivos sociales y la realidad actual, mirando al pasado también podemos encontrar una radiografía de la época. El universo creado por Walt Disney no era solamente entretenimiento de 90 minutos o un día en el parque: era una forma de vida. Podría montarse un videoclip del himno americano en base a escenas de su filmografía, los parques temáticos son un monumento a Estados Unidos y varias generaciones han crecido con los cuentos patrióticos más coloristas. ¿Moraleja? Que cada uno saque sus conclusiones. In Disney we trust.