miércoles, 23 de septiembre de 2015

No todo fue un sueño. Referencias históricas y políticas en “Alicia en el País de las Maravillas”

 A la gente le gusta lo absurdo. Ayuda a evadirse de la realidad porque (aparentemente) no es necesario buscarle ninguna lógica porque no la tiene. Es por esto que la historia de Alicia en el País de las Maravillas ha sido versionada y recreada en diversas formas desde que Lewis Carroll la escribió por primera vez. Siempre hay algo nuevo que añadir, una nueva interpretación que dar, porque ¿es solamente un sueño?


Existen teorías que van más allá de las típicas interpretaciones sobre drogas y psicopatías para meterse en el terreno político. Se sabe que Lewis Carroll quiso dejar en sus libros una crónica del costumbrismo político y social de la época en forma de parodia para hacer más incisiva su crítica. La historia es una sátira sobre el puritanismo de la educación que se presentaba en la burguesía en esa época. Por ejemplo se burla de la hora del té con el Sombrerero Loco y la Liebre de Marzo, de la autoridad encarnada en la Reina de Corazones, o del preocupado Conejo Blanco. Los personajes locos y extravagantes representan excéntricos ingleses de la época victoriana.

 Y no solamente Carroll incluyó subtexto; paradójicamente, el País de las Maravillas recreado por Disney en 1953 representa para algunos el mundo real, el de la primera mitad del s. XX. El contexto de la época estuvo plagado de revoluciones y conflictos bélicos (los más internacionales hasta la fecha, tengamos en cuenta que se acababan de vivir dos guerras mundiales), por lo que motivó sensaciones dispares, incoherencia, interrogantes no resueltos, miedos y ansiedades. Veamos algunas de estas teorías:

* El cuento de la Morsa y el Carpintero que cuentan los gemelos Tweedle podría ser una crítica al colonialismo de la época, representando las ostras a las pequeñas colonias y la Morsa y el Carpintero a Inglaterra, siendo ambos personajes sendos arquetipos de políticos.


* Este mismo cuento también podría tener un trasfondo religioso (si bien esto es mucho más rebuscado), siendo el Carpintero una representación de Jesucristo, la Morsa equivaldría a Pedro y las ostras a los discípulos decididos a seguir a Jesús hasta el final.

* Otra equivalencia posible sería la de la Reina de Corazones, que vendría a ser una representación paródica de la Reina Victoria, cuyo físico y modales serían caricaturizados en dicho personaje. 


* Se dice también que la historia tiene referencias a la Guerra de las Dos Rosas (que enfrentó a York y Lancaster y cuyo nombre hace referencia a los símbolos de ambas casas) en cuanto al acto de pintar de rojo las rosas blancas, color que enfurece a la Reina de Corazones (la cual representaría a la Reina Margarita, esposa de Enrique VI), hasta el punto de hacerlos decapitar por haber elegido "por error" esas flores.


 * La historia de Alicia como parodia del final de la II Guerra Mundial y el inicio de la Guerra Fría. Hay varios apartados de la película de Disney que se relacionan con este tema:

- Alicia, una niña curiosa y soñadora, explica (o, más bien, canta) cómo sería su mundo ideal. Ella aquí representaría a Estados Unidos, la nación joven, que, de hecho, al final de la Guerra Mundial intentó implementar soluciones para lograr un mundo mejor (Doctrina Truman, por ejemplo). Su hermana representaría a Gran Bretaña. Es mayor que ella e intenta que se centre y ponga los pies en la tierra, tal como la Gran Bretaña de la posguerra frenó las idealistas políticas de EEUU para dedicarse a su recuperación económica y social. El Conejo Blanco aparece como catalizador de un cambio, arrastrando a Alicia al problemático País de las Maravillas. Simboliza la lucha por el poder entre EEUU y la URSS. Cabe destacar que el reloj siempre marca la misma hora pero el Conejo insiste en que llega tarde; de esta forma se representaría el hecho de que ninguna de las dos potencias estuviese avanzando realmente hacia una resolución del conflicto, pese a que alardeasen de sus progresos.    


 - Los Gemelos Tweedle serían la expresión de las dos Alemanias (Este y Oeste): son prácticamente iguales y se complementan, pero son dos personas, hay una división, en la que tienen el mismo nombre pero distinta terminación (Dee y Dum). El hecho de que sean mayores pero vayan vestidos como niños sería la metáfora de que pese a que el territorio es antiguo, se les trata como si fuesen países recién nacidos.


- El cuento de la Morsa y el Carpintero representaría la relación de la URSS (Morsa) con el proletariado (Carpintero, representado con uniforme y un martillo), a quien engaña y se aprovecha de su confianza para acaparar sus recursos (ostras) y lograr enfadarle debido a su inefectiva distribución. 


- El jardín simboliza la "parte buena" del régimen comunista. Las mariposas constituyen una unidad al alinearse y las flores entonan bellas canciones (el desarrollo de las artes, especialmente la música, fue un hecho durante el régimen. De hecho, el alegretto entonado por las flores termina con un tambor, clásico en las  melodías rusas de la época). También se destaca el hecho de que la reina del jardín sera una rosa de color rojo, el color del movimiento comunista.


- El poema que la Oruga recita a Alicia ("El pequeño cocodrilo, para aprender sus cantares, usa las aguas del Nilo con sus notas musicales. Con hipócrita modestia, sus garras pone a indicar a los tiernos pececillos por dónde deben entrar") haría referencia al golpe militar de Abdel Nasser en Egipto (1946), el cual aisló al país de cualquier intervención foránea, nacionalizó sus recursos y se adueñó de los puertos.


- El juicio a Alicia (en el que Reina decide qué es importante en los testimonios, ordena saltarse pasos en el proceso, etc.) consistiría una referencia a las violaciones de los derechos humanos en la URSS.



En definitiva, las interpretaciones que se han buscado a la historia de Alicia abarcan todo tipo de temas y la política no es una excepción. Al fin y al cabo, de igual manera que todo sucede en la mente de la protagonista, un País de las Maravillas propio es desarrollado en la mente del espectador, que buscará las conexiones con aquello que conoce, entrelazando el reino mágico con su propio mundo y con la historia contemporánea, completando así el relato y otorgándole un significado más profundo; es así como nace un cuento inmortal como Alicia en el País de las Maravillas.

miércoles, 16 de septiembre de 2015

E Pluribus Simpson. Springfield y la política

Las referencias a la esfera política en los Simpson son tan constantes que casi ni prestamos atención. Desde retratos más o menos polémicos de ciertos países a inclusiones de políticos en la trama (por ejemplo, cuando el ex presidente George H. W. Bush se mudó al vecindario de los protagonistas). Con la temporada número 27 a punto de estrenarse y a un año de las elecciones presidenciales, es fácil predecir que estas tramas “politizadas” se intensificarán.
Desde mi perspectiva, hay un capítulo que es enormemente representativo de la vida política y el contexto social del momento en que fue emitido (enero de 2008, en plena recesión económica y con un electorado que en unos meses votaría por el cambio, haciendo historia con la victoria de Barack Obama) y merece un análisis en profundidad. El título “E. Pluribus Wiggum” es un guiño al clásico lema de Estados Unidos, “E Pluribus Unum”, siendo ya un avance de lo que nos vamos a encontrar.


El episodio comienza con un McGuffin: Homer Simpson destruye accidentalmente el barrio de comida rápida. Esto nos lleva a una asamblea en la que los ciudadanos enfurecidos demandan que se vuelva a reconstruir. Destaca el discurso de Homer con música épica de fondo que constituye una parodia clara de los discursos patrióticos y conmovedores a los que el público está tan acostumbrado. La forma coincide, el fondo, sin embargo, es mucho más vulgar y carente de la pretendida heroicidad subyacente en este tipo de arengas: “No sé ustedes pero yo no quiero vivir en un futuro en el que la comida me la sirvan camareros, donde las sillas no estén unidas a las mesas y donde no pueda abandonar a mis hijos en una piscina de pelotas sucias. Construiremos un barrio de comida rápida más grande y mejor que antes”. 


Con el alcalde explicando el dinero que eso costaría, encontramos referencias a la situación económica (recordemos que este episodio fue emitido en Estados Unidos en enero de 2008, año que se iniciaba con una gran crisis crediticia). Las reacciones de los asistentes a la asamblea son un buen resumen de las actitudes que habían llevado a muchos países a esa recesión:
Dr. Hibbert – Para recaudar hay que emitir bonos
Lisa – ¿Y no pagará las consecuencias mi generación?
Bart – No idiota, lo resolveremos emitiendo otros bonos, a ver a quién le carga el muerto ella (señala a Maggie, quién mira al asiento de su lado con intención de, una vez más, desviar la responsabilidad, pero lo encuentra vacío).

Como consecuencia a todo esto, se adelantan las primarias siguiente martes, convirtiéndose en las primeras del país, antes que las de New Hampshire (estado en dónde tradicionalmente se celebra la primera de las 50 elecciones primarias, por lo que los resultados, si bien no son determinantes, si tienen una cierta influencia debido al efecto multiplicador de la cobertura electoral por parte de los medios, dado que resulta la primera medición electoral). Esto hace que una horda de medios de comunicación de dirijan a Springfield con la intención de medir la opinión pública para tratar así de predecir las tendencias de cara a las demás elecciones posteriores. Tal como expresa el periodista estrella de la serie (y prácticamente el único) Kent Brockman, “nuestra modesta ciudad ha sido invadida por candidatos, corresponsales, portavoces, escritorzuelos, publicistas, articulistas, cronistas e incluso algún votante ocasional”.
El anuncio de las primarias en Springfield no puede ser más paródico respecto al patriotismo americano, mostrando a un águila calva disponiéndose a emitir su voto y emergiendo triunfante para dejarnos un fundido a negro con la tradicional pegatina “I voted”. En la lista de votantes también aparecen el Tío Sam y la Estatua de la Libertad.
Encontramos también una referencia a la situación del periodismo “de letra impresa” en una conversación entre Nelson y Skinner. El primero se burla de un redactor del Washington Post diciendo “¡ha ha, la prensa escrita se muere!”. Cuando director del colegio le replica, Nelson contesta “¡pero es así!, a lo que Skinner responde “ser sincero no es ser cruel”.

Se nos muestra a continuación una encuesta cualitativa a través de un grupo objetivo compuesto entre otros por Homer, Barney, Lenny, Carl y el padre de Milhouse. Esta selección ya nos transmite la escasa aleatoriedad del sistema si consideramos que cinco de las ocho personas que lo conforman tienen la misma edad y tres de ellos trabajan en el mismo sitio. Estos sujetos son expuestos a anuncios electorales. Se presenta a un ex gobernador al que Homer dice que votará nada más oír su primera promesa, lo cual conforma una crítica al poco criterio de algunos votantes que escogen sin saber realmente quién y cómo es su candidato, lo cual se reitera cuando se arrepiente al escuchar un par de datos. En ese anuncio se hace referencia a la defensa del país que contrasta con la presunta amistad del candidato con un líder terrorista . Esta relación se basa en que artículos sobre ambos aparecieron en el mismo número del New York Times, aludiendo así a las críticas cogidas con alfileres transformadas en hechos y presentadas de la manera más sensacionalista. Aquí encontramos un reductio ad absurdum cuando en vez de publicar una foto de ellos juntos se enseña un fotomontaje de ambos tomando un batido con dos pajitas rodeados de corazones. Las opiniones del grupo siguen evidenciando la crítica a la ausencia de información contrastada y opinión formada de los ciudadanos: Lenny afirma “a mí me gusta todo pero me horroriza” a lo que Carl responde “yo opino lo contrario pero lo mismo”. Homer exclama que es el mejor anuncio de batidos que ha visto, lo cual prueba cómo el espectador se queda con lo anecdótico, tendencia muy aprovechada en el periodismo en general y en la crónica política en particular; por ejemplo, mucha gente asociará el debate Nixon – Kennedy por la ausencia de maquillaje del primero y sin embargo no será capaz de recordar nada de lo que allí se habló.

Después observamos un debate marcado por el uso indiscriminado de cifras y terminología incomprensible para el votante de a pie. A veces las frases ni siquiera tienen sentido en sí mismas (“el quintil mayor de la población consume el 60% de los recursos del país mientras que los dos quintiles menores consumen una octava parte”).

Se nos ofrece también una vista de los jardines delanteros de un vecindario, plagados de carteles electoralistas. Vemos al propio ex presidente Clinton poniendo uno de su esposa. En ese momento se enfoca la casa de los Simpson, dónde se puede leer la palabra “undecided”. Esto provoca una avalancha de periodistas y políticos que se lanzan a por los indecisos (exagerada en las imágenes con helicópteros e incluso elefantes, los cuales simbolizan al Partido Republicano). Los candidatos se sacan fotos con la familia (trinchando un pavo, un estereotipo americano más que alude al Día de Acción de Gracias) mientras recitan cortos eslóganes fuera de contexto: “Valores familiares”, “”desaparición de la clase media”, “recorta y corre”, “los terroristas ganan, los terroristas ganan”...


A continuación vemos a un grupo reunido en el bar de Moe expresando lo hartos que están de la invasión y critican la frívola cobertura electoral alegando que los periodistas “no hablan de los temas cruciales, solo quieren nombrar un favorito y volver a sus mansiones”. También en el colmo de la exageración se escuchan críticas a la democracia e incluso se exalta jocosamente el régimen de Juan Perón porque “cuando te hacía desaparecer desaparecías para siempre” y “estaba casado con Madonna”. Este último comentario vuelve a subrayar la denuncia de la supuesta ignorancia de los votantes que no saben distinguir la historia real de una película. Además, el hecho de presentarle como dictador y acusarle de desapariciones ha hecho que políticos argentinos hayan pedido la prohibición de la emisión de este capítulo de la serie. No obstante, pese al hartazgo y las críticas al sistema y a las molestias causadas a Springfield, Ned Flanders declara “no podemos no votar, nadie hace eso”, aun cuando las tasas de participación electoral en Estados Unidos no eran tan altas como en otros países, y menos en unas elecciones primarias en la época de emisión del episodio (enero de 2008). Sin embargo, unos meses después de batirían records en las elecciones generales que dieron la victoria a Barack Obama, con un 64,1% de participación, la cifra más alta desde 1908.
En esta reunión se decide presentar a un candidato “increíblemente ridículo”, a modo de protesta contra el sistema. Así, de esta manera los electores de Springfield rechazan a los principales postulantes a favor de la aparición de una candidatura de última hora que contaba con el apoyo del 53% del electorado. Este nuevo postulante no era otro que Ralph Wiggum, un niño de ocho años, con lo que Homer, impulsor de la idea, se jacta diciendo “lo que he dicho ha hecho que pase eso de la tele” mientras su familia se mostraba horrorizada.
El absurdo de que tenga ocho años y no esté adscrito a ningún partido político (dado que incluso sería ilegal que se votase a sí mismo) es obviado por todos menos por Lisa. Esta candidatura es tomada en serio y discutida tanto en televisión como a pie de calle, tratándole como un candidato perfectamente elegible y legítimo. Con el personaje más ridículo se nos evidencian las manipulaciones a las que se someten las declaraciones de los candidatos, presentando a un Ralph asustado ante un mar de micrófonos diciendo “esa gente me da miedo” como su reacción ante la inmigración o dibujando su política económica con una imagen del mismo contando unas monedas de su hucha y declarando “solo tengo este dinero”.


Lisa se muestra muy preocupada por el tema y su madre intenta tranquilizarla diciéndole que debe tener fe en la sabiduría del elector medio. Esto resulta chocante dado que unos segundos antes la propia Marge se creía por completo un anuncio del periódico en el que un concesionario intentaba liberarse del stock sobrante. Homer y Bart, por el contrario, se muestran entusiasmados con la candidatura de Ralph y le apoyan, llevando incluso camisetas propagandísticas. Bart presume de que este le dejará ser secretario de Asuntos Gamberros, lo cual es el realidad la primera propuesta que se oye por parte del candidato, por ridícula que sea. Cuando Lisa explica que Ralph no puede ser presidente dada su lentitud y su escasa inteligencia Homer le replica que ser presidente es fácil “solo tienes que decirle al ejército que dispare”. Recordemos que la emisión de este capítulo tuvo lugar durante el ocaso del gobierno de George Bush y que las tornas estaban a punto de cambiar, por lo que en la conciencia americana del momento estaban muy presentes las actividades bélicas promovidas por el entonces presidente y el descontento seguía extendiéndose, como se demostraría en noviembre de ese mismo año en las urnas. También se incluyen referencias al Acta Patriótica y se quita importancia a las intromisiones en la intimidad que pueda ocasionar e incluso se la venera en detrimento de la propia Constitución (según la cual Ralph no podría ser presidente).


Son muy interesantes los retratos pretendidamente estereotipados y paródicos de los partidos Republicano y Demócrata que se nos ofrecen a través de sus reuniones en Springfield (en las que discuten cómo hacer que Ralph se una a sus filas y sea su candidato). Entre los representantes republicanos se encuentran Montgomery Burns, la esposa del Reverendo Lovejoy (única mujer), el mafioso Tony el Gordo, el actor de acción McBain, el doctor Hibbert, un empresario petrolero texano y el vampiro imagen de una marca de cereales. Su reunión tiene lugar en un castillo fantasmagórico en medio de una noche de tormenta y en ella se escuchan críticas al presidente Bush y referencias veladas a las presunto fraude electoral de Ohio. La reunión de los demócratas de Springfield, por el contrario, tiene lugar en un supermercado ecológico y sus representantes son un gay, un inmigrante (el “Hombre – Abeja” mexicano), tres mujeres (entre las que se encuentra la hermana lesbiana de Marge) y el eterno alcalde de Springfield (el cual ha sido siempre una parodia de Bill Clinton). No está exento de crítica este bando, ya que además de los estereotipos se dice que teniendo a Ralph en sus filas no saben cómo la van a fastidiar pero lo harán “porque es lo que hace siempre el partido demócrata”.

Finalmente ambos partidos se congregan ante la puerta de Ralph con el fin de convencerlo de que se una a ellos. Ante la indecisión del candidato se intenta sacar de contexto de nuevo cada una de sus palabras a fin de arrastrarlo a un bando. Ante el acoso de partidos y medios, el niño se encierra en casa y Lisa acude a defenderlo de aquellos que han entrado por las ventanas. Habla con él para que entienda que solo quieren utilizarle y entonces Ralph explica que quizás sea él quién quiere utilizarles a ellos “para que el país vuelva a ser grande. Cuando nos enfademos solo usaremos la palabra, entonces el resto del mundo será majo con nosotros”. Poner la política del diálogo y antimilitarista en boca de un niño como único abanderado de esta defensa pacífica de las relaciones internacionales y la mejora de la imagen de Estados Unidos es el gag final de esta comedia, evidenciando que “los mayores” están corruptos y no hay esperanza sin “sangre nueva”. Precisamente ese voto por la renovación fue lo que acabó pasando meses después, si bien las cosas no fueron tal como Ralph predijo, porque el mundo siempre es más complicado de lo que parece en la mente de un niño de ocho años, pero quizás la lección que pretende transmitir este episodio es que a través de los ojos inocentes es como se ven las soluciones menos problemáticas y que existen todavía feudos no corruptos y esperanza en las nuevas generaciones.

En un final del todo surrealista Ralph se presenta como unión de ambos partidos y en su spot electoral se resume su esencia: “Solidaridad, firmeza, curiosidad. Palabras que Ralph Wiggum desconoce, pero no necesita conocerlas: las vive a diario”. El propio candidato, sentado sobre las rodillas de la estatua del Presidente Lincoln, habla al final del anuncio (como si estuviese pidiendo sus regalos a Santa Claus): “Quiero un triciclo, un perro que no muerda mis juguetes y un futuro más brillante para mi país. Soy Ralph Wiggum y he sido un niño muy bueno”.


¿Qué nos deparará la próxima temporada electoral en la serie? ¿Y en la realidad? Esperemos que los espectadores y votantes no se queden con el anuncio de batidos y que los candidatos no tengan que sentarse sobre Santa Claus para declarar que han sido niños buenos.



jueves, 20 de agosto de 2015

La utilización politica del teatro de Shakespeare


Si algo carateriza a la obra de Shakespeare es su atemporalidad: el contexto puede haber cambiado pero el ser humano, en su más pura esencia, no lo ha hecho. Las ambiciones, los odios y pasiones siguen siendo el motor que mueve al hombre, causa de sus acciones y responsable de sus consecuencias.



El objetivo de los dramas que escribió el Bardo de Avon es el poder, o sea, el mismo objetivo que el “drama” de la política. Su búsqueda no es solamente un elemento de fondo, sino que llega a ser la verdadero protagonista en muchas de sus obras. Shakespeare supo copiar, con extremada sensibilidad y exactitud, el fenómeno del poder como pasión, fuerza, afán, tensión... En definitiva, explicó su significado como motor del conflicto humano, hasta sus más profundos matices, creó personajes dramáticos sobre argumentos históricos que trascendieron al original, convirtiéndose en prototipos permanentes del comportamiento humano ante la lucha por el poder. Shakespeare narró todas las etapas de la lucha por el poder, desde los momentos en que los ciudadanos comienzan a cuestionarse la legitimidad del orden establecido y la justicia, como en el caso de Coriolanus hasta la ejecución de los impulsos provocados por ambición desmedida de que acaba con el asesinato como en los casos de Macbeth o Julio César, por ejemplo.

Este empleo político de la obra de Shakespeare comenzó por él mismo. El escritor vivió durante el reinado de Elizabeth I (cuyo nacimiento se celebra al final de la obra Henry VIII), la última de la dinastía Tudor, y en algunos sectores se ha considerado una parte de su obra como propaganda 1 de dicha casa, ya que alerta acerca de los peligros de la guerra civil y homenajea a los fundadores de la estirpe. Además, presenta a Richard III (el último descendiente de la casa York, principal rival de los Tudor) como un monstruo mientras que alaba al usurpador Henry III, perfiles que han sido ampliamente discutidos por los historiadores a través de los años. Incluso en algunas de sus obras (por ejemplo, Richard III) se advierte del fin de una era (la etapa medieval) con la irrupción del maquiavelismo y recuerda con nostalgia la Alta Edad Media. Además, Shakespeare justifica rebeliones en ciertos casos e incluso el tiranicidio pero no utiliza la historia inglesa para ello, sino que lo engloba en obras que ambienta en la Antigua Roma (Julio César), Dinamarca (Hamlet) o
Escocia (Macbeth).

Si bien Shakespeare nunca fue un propagandista al uso, ya que solamente pretendía invitar al público a sacar sus propias conclusiones y a cuestionar el orden establecido. Además de presunta propaganda política, también se dice que en sus obras se esconden alusiones a sus fuertes creencias católicas y sus miedos respecto al futuro de Inglaterra. Desde la defensa (en boca de sus personajes) de la fe en la “verdadera religión antigua” señalaba al catolicismo que su familia y él parecían practicar. En su época la censura y la quema de panfletos “ilegales” estaban a la orden del día, por lo que sus mensajes debían estar ocultos y disimulados. De la misma manera expresaba su intranquilidad respecto a la situación política imperante, empleando metáforas como “tempestad” o “tormenta” para referirse a los problemas británicos. Incluso se afirma que las referencias al sol constituyen una metáfora de Dios y que los personajes a los que describe como “bronceados” (por ejemplo Viola, Imogen o Portia) son aquellos a los que considera más cercanos a la divinidad. Otra posible clave se encontraría en las referencias al número cinco (las heridas de Jesucristo) cuando el escritor describe flores, heraldos o incluso marcas de nacimiento, por ejemplo.
Pero Shakespeare no solo hizo un claro y preciso retrato de la sociedad política de su tiempo (y del pasado), sino que dejó los ingredientes que seguirían utilizándose siglos después con el fin de continuar retratando sociedades y épocas, en muchos casos con una intencionalidad que va más allá de la mera narrativa histórica.


The play's the thing. Wherein I'll catch the conscience of the king” (Hamlet, Act 2, Scene 2)

El 8 de febrero de 1601 tuvo lugar la fallida rebelión que intentaba conquistar el trono inglés para el Conde de Essex. La noche anterior los conspiradores pagaron a la Shakespeare's Company para que representasen Richard III, obra en la que acontecían eventos similares, con el fin de alentar a los rebeldes. En la investigación que siguió al alzamiento se ejecutó a varios de los asistentes a la representación, si bien los actores fueron eximidos de cualquier cargo delictivo.

La Guerra Civil de 1640 fue más religiosa que política (la ejecución de Charles I se relacionó también con sus creencias católicas) y trajo consigo el cierre de numerosos teatros públicos en una “campaña por la moral pública”. Cuando más de una década después su hijo Charles II regresó a Inglaterra de su exilio en Francia, una de las primeras medidas de su reinado fue la reapertura de los teatros. La patente de uno de ellos fue otorgada al dramaturgo William Davenant, quién decidió devolver el favor de alguna manera adaptado la obra Macbeth. Los paralelismos con la historia son innegables: un rey asesinado por rebeldes ambiciosos, una etapa de oscuridad y confusión y, finalmente, un nuevo gobernante justo y legítimo. Mediante esta adaptación, Davenant transmitía la obra que Shakespeare probablemente había escrito para honrar al abuelo de Charles II, James I, promesa de un nuevo reinado de paz y prosperidad.

Durante los siglos XVII y XVIII las adaptaciones de las obras del Bardo fueron alteradas. Tal como hiciera Davenant, se incluyeron discursos y escenas nuevas a fin de que cada dramaturgo incluyese determinados mensajes que le interesaba transmitir. A día de hoy esto nos parece casi inconcebible pero en aquella época reescribir una obra era más común de lo que pensamos. Uno de los más duraderos ejemplos de alteraciones fue El Rey Lear, cuyas representaciones entre 1681 y 1823 terminaban con un final feliz que incluía una boda entre Edgar y Cordelia. Del mismo modo, La Tempestad se convirtió en una ópera con un nuevo conjunto de personajes. Estos cambios no solo eran permitidos, sino esperados, y daban a la gente con profundas convicciones políticas y religiosas la oportunidad de declarar sus ideas valiéndose de la fama de Shakespeare.

El nombre del escritor acababa saliendo de un modo u otro los grandes debates políticos del s. XIX. Por ejemplo, una discusión acerca de la esclavitud traía argumentos sacados de Otelo o la defensa de los derechos civiles para los judíos se apoyaba en El Mercader de Venecia. Por supuesto, esto no sucedía solamente en Inglaterra; durante la era de la crisis política y social que reinaba en Alemania a mediados del s. XIX, el poeta Ferdinand Freiligrath escribió un poema llamado "Deutschland ist Hamlet" en el que lamentaba la situación de indecisión en cuanto a la búsqueda de la identidad alemana.

El convulso siglo XX fue el contexto perfecto para que las adaptaciones con tintes políticos removiesen las conciencias y alentasen al público que padecía bajo regímenes abusivos. Encontramos un ejemplo en la representación de Hamlet que Jan Kott presentó en Polonia en 1956, poco después del XX Congreso del Partido Comunista Soviético. La traducción del texto fue casi literal pero se enfocó como una obra de protesta contra la represión soviética. Cuando Hamlet dijo “Dinamarca es una prisión”, el público estalló en aplausos. Sin embargo, en este caso nos hallamos ante un camino de dos direcciones, ya que la URSS también promocionaba las obras de Shakespeare y se apropiaba de su discurso, atribuyendo su propia ideología al escritor (el crítico R. M. Samarin afirmaba que el Bardo veía a la humanidad desde el punto de vista comunista, dado que definía al hombre como “participante activo en la sociedad y no una lastimera criatura de Dios”).
Si bien resulta chocante que estos dos bandos utilizasen a su favor a la misma figura literaria, aún es más llamativo considerar que las representaciones de Shakespeare se encontraban entre las más populares en el teatro judío entre los años veinte y treita y, al mismo tiempo, estas mismas obras eran los únicos trabajos culturales de una nación perteneciente a los Aliados que estaban permitidas en la Alemania nazi. Los regímenes totalitarios y la obra de Shakespeare parecen ser una constante en la agitada época que rodeaba a los conflictos bélicos europeos. Encontramos otro caso de reinterpretación de Shakespeare en la versión de Julio César que Orson Welles presentó en el Teatro Mercury en 1937. En ella se fusionan la Antigüedad Clásica y el momento que se vivía en la Italia de Entreguerras, con el nazismo y el fascismo en su punto álgido.

Esta práctica de retratar a gobernantes de carácter dictatorial mediante obras de Shakespeare no ha desaparecido; en 2014 Ben Wishaw declaró que Muamar el Gadafi fue una de sus inspiraciones a la hora de interpretar a Richard II.

No fue solo el teatro el medio elegido para dar una dimensión contemporánea a la faceta política de la obra de Shakespeare. Las adaptaciones al cine también incluyeron alteraciones y diferentes énfasis en la perspectiva de la historia narrada. Destaca el caso Henry V, llevado al cine por Lawrence Olivier (1940) y Kenneth Branagh (1989). La versión de Olivier presentaba a un rey (que dibujó aún más virtuoso que el creado por Shakespeare) guiando a su Pueblo a una victoria heroica, fomentando el patriotismo y eliminando las escenas que representaban las atrocidades de los soldados ingleses. Se trataba de un ejercicio de propaganda y fomento de la devocióna las tropas, un filme que transmitía un mensaje de esperanza muy necesario en la época en la que la película fue estrenada. Por el contrario, Branagh ofreció una visión menos romántica y más cruda. El contexto histórico en el que se presentó su versión era el fin de la Guerra Fría; el enemigo ya no parecía tan monstruoso y la guerra no parecía tan épica y heroica. Esta película es mucho más cínica y no duda en centrarse en aspectos más introspectivos como la duda, la moral la ira y el miedo. Mientras que las escenas bélicas de Olivier eran grandiosas y heroicas, las de Branagh reflejaban una atmósfera mucho más oscura y descarnada. Además, esta última versión recupera las escenas que muestran el lado no tan noble de las tropas que Olivier había eliminado, dotando así a la película de un discurso que muestra los aspectos más crueles de la campaña militar inglesa. Ambos mensajes se entendieron y cumplieron su función: de aliento en el primer caso y como agitador de conciencias en el segundo (si bien Branagh fue muy criticado en los sectores más conservadores).

En los últimos años se ha continuado equiparando figuras y mensajes políticos con la obra de Shakespeare. Los periódicos norteamericanos compararon a Bill Clinton con varios personajes de la obra del Bardo, sobre todo con Henry IV robando el trono a Richard II. Además, una producción de Antonio y Cleopatra durante la época del escándalo Lewinski trazó varios paralelismos entre Antonio y Clinton (“un líder y un libertino al mismo tiempo”). Otro ejemplo, en este caso implicando a un republicano, lo encontramos en un artículo del New York Daily News en 2013: “La producción de Shakespeare que se presenta este año en Central Park habla del líder de una nación que invade un país distrayendo así la atención de la gente del dudoso camino que le llevó al poder. ¿El Presidente George W. Bush? No, Henry V”.
Es común que los ocupantes o candidatos a la Casa Blanca sean retratados como personajes de Shakespeare. El Wall Street Journal se refirió a John McCain como un Rey Lear senil cuyos intentos por ejecutar su poder acababarían en tragedia, mientras que otros medios definían a Romney como un controlador Octavius. Incluso se invocó a Macbeth para hablar del comportamiento del feudo republicano en un debate: “un cuento narrado por un idiota, lleno de ruido y furia, sin significado alguno”. También con Lady Macbeth es comparada la actual candidata a la Casa Blanca, Hillary Clinton desde mucho antes de que dejase de ser la esposa del gobernante para postularse ella misma como líder.

Conclusión
Queda claro que la atemporalidad de la obra de Shakespeare ha sido empleada mucho más allá de lo meramente cultural. Al igual que las prácticas Maquiavélicas o las tácticas de oratoria de Cicerón, el retrato que el Bardo hace del alma humana y de sus pasiones, orientadas en muchos casos a la conquista del poder, es más actual cada día que pasa. El precio de su prestigio es el aprovechamiento de su figura y su obra en pos de intereses partidistas y gubernamentales, siéndole atribuídas ideologías que no profesaba. La patente actualidad de sus historias nos hace comprender que el pasado está condenado a repetirse pero también nos enseña que son posibles las hazañas de sus héroes fuera de un campo de batalla y que la denuncia de la injusticia es el fin más noble que ha prevalecido a lo largo de todo tipo de épocas y transiciones. ¿Qué hubiese escrito Shakespeare en el siglo XXI? Quizás ya lo ha escrito.

Fuentes
- ALEXANDER, Catherine. Shakespeare and Politics (Cambridge University Press, 2004)
- BLOOM, H. Shakespeare Through the Ages (Chelsea House Pub, 2007) (Book serie)
- LYNCH, J. Becoming Shakespeare: The Unlikely Afterlife That Turned a Provincial Playwright
into the Bard (Walker & Company, 2009)
- LYNCH, J. The Politics of Shakespeare, the Shakespeare of Politics (English Speaking Union of
Monmouth County, 2008)
- MONTROSE, L. The Purpose of Playing: Shakespeare and the Cultural Politics of the Elizabethan
Theatre (London, 1996)
- THORPE, V. Shakespeare was a political rebel who wrote in code, claims author (The Guardian,
2005)
- WOO, Celest. Communal Heritage vs. Crucible of Honor: The Function of Audience in Olivier's
& Branagh's Henry V (participations.org)
- ZOLFAGHARKHANIi, M. and HESHMATIFAR, Z. Pedagogical and Colonial Power Discourses
in William Shakespeare’s The Tempest (2012)
- Shakespeare On Line – Study Tools (Britain in Print)

- Shakespeare en la imaginación contemporánea (UNED)