martes, 13 de diciembre de 2011

Martes y...13 modelos de comunicador que no has visto tras un atril

Para aprender a comunicar no debemos fijarnos solamente en los portavoces al uso y los debates, sino que podemos encontrar diferentes ejemplos (buenos y malos) en cosas más cotidianas a las que muchas veces no prestamos atención en términos de comunicación. Un foco paradójicamente desatendido es el mundo audiovisual de series y cine. Vemos series y películas para "desconectar" del mundo real y esto a veces hace que nos perdamos verdaderas lecciones de comunicación. Repasemos alguno de los tipos de comunicador que podemos encontrar en nuestras pantallas.

1. Jack Sparrow: La importancia de creer en nuestro mensaje



Loco, excéntrico, psicótico, pasional... Miles de adjetivos pueden describir al principal protagonista de Piratas del Caribe. Pero desde luego, si una definición se adapta a la perfección al personaje interpretado por Johnny Deep es "convencido de sus ideales, por absurdos que sean". Habitualmente vemos a distintos portavoces (políticos, económicos, sociales) leer sus mensajes o decirlos como si fuesen un papel aprendido. Si tú no estás convencido, no convencerás a nadie. El Capitán Sparrow acostumbra a exponer sus ideas como si fuesen una verdad universal y su confianza en el mensaje ayuda a llevar a los demás a su terreno, aunque sea una locura.




2. Barney Stinson: Storyteller



Casi cualquier supuesto que surja en Cómo conocí a vuestra madre tiene una norma en el "Código de colegas" creado por Barney Stinson. Y prácticamente todo se puede explicar con una historia, cuya moraleja suele ser inexistente o quedar difusa, ya que muchas veces el personaje de Neil Patrick Harris se pierde en su propia narración o es interrumpido por sus amigos. No obstante, en la versión original suele terminar sus relatos con la coletilla "true story", que justo a otras frases como "legen...dary" o "challenge accepted" han pasado al vocabulario colectivo. Enganchar con las historias e introducir lemas para el recuerdo... ¿No son estas dos de las principales claves en la elaboración de los discursos?



3. Carrie Bradshaw: La pregunta



La columnista interpretada por Sarah Jessica Parker en Sexo en Nueva York se distingue por sobreanalizar las cosas. Encontramos aquí un tipo diferente de storytelling, ya que nos presenta algo que le ha sucedido, se plantea una pregunta y el resto del capítulo centra la trama principal en darle respuesta. Si bien a veces satura al espectador con demasiados pensamientos por minuto para una sola cosa, con cuantiosos cambios de opinión incluídos, nos presenta la misma situación desde diferentes perspectivas (con los consejos de sus amigas y sus propias historias, por ejemplo) y el hecho de plantear una pregunta (más o menos retórica) al inicio de una intervención es una buena táctica para atraer al espectador.



4. Yoda: Impartiendo sabiduría


El maestro Jedi más famoso de la saga de Star Wars es la voz de la experiencia. Él mismo es un guardián y eso le ayuda a meditar todas las opciones posibles antes de tomar decisiones o aconsejar a alguien. Esto sienta las bases de un buen mensaje: quién lo vive lo sabe. Ponerse en la piel del otro es una labor que nos ayudará a comunicar mejor y esta empatía será percibida muy positivamente por el receptor, lo que supone un primer paso muy importante en cuestiones de persuasión. 



5. Lisa Simpson: La niña que sabía demasiado


Solemos decir que la edad no es lo más importante a la hora de comunicar, pero sí tiene su peso. Lisa Simpson tiene ocho años y habla con un lenguaje que ni siquiera con cincuenta sería comprensible para el público (me refiero al público dentro de la historia, la mayoría los habitantes de Springfield y en especial su familia, no a los espectadores), por esto resulta impopular y cargante para la mayoría de personajes. Hablar a nuestro target como si estuviésemos por encima del bien y del mal es claramente negativo: por mucha inteligencia que demostremos, la condescendencia que transmitimos juega en nuestra contra sí o sí. 



6. William Wallace: La lucha por un ideal


Mel Gibson interpreta al rebelde escocés que lideró la revuelta contra los ingleses. Sus dotes de persuasión se basan en una combinación de oratoria y acción. Su objetivo es movilizar a las masas y para ello debe dar ejemplo. Destaca el uso de "grandes palabras" como libertad, vivir u oportunidad, que son fundamentales a la hora de emocionar a un público que está pasando un mal momento. Wallace, al igual que Jack Sparrow pero de un modo muy diferente, estaba convencido de sus ideales y se mostró completamente dispuesto a defenderlos; es esa fuerza la que hace que movilice a sus compatriotas y hagan frente a las injusticias que contra ellos se cometían. En casos que requieren movilizaciones sociales, la pasión (real) debe de estar presente en el mensaje, tanto en su contenido como en su forma.




7. Jorge VI: Superando el miedo escénico


En este caso sí hablamos de un portavoz "real" (en los dos sentidos de la palabra). En El discurso del Rey Colin Firth interpreta a un heredero por sorpresa (tras el fallecimiento de su padre y la abdicación de su hermano) con problemas de dicción que no se atreve a hablar a sus súbditos, que le necesitan más que nunca (la película se sitúa en víseperas de la Segunda Guerra Mundial). Con la ayuda de un terapeuta y la utilización de métodos poco ortodoxos consigue enfrentarse a su miedo escénico y dar un discurso por radio ganándose la confianza de sus súbditos (espero no haber spoileado a nadie). La lección que aquí nos enseña Jorge VI es que un buen media training puede ayudarnos no solo a comenzar, sino también a mejorar las apitudes que ya se tienen (evidentemente en la película todo se reduce a un par de horas de metraje, unas semanas en tiempo de la historia, pero estas cosas llevan mucho más tiempo, el propio Rey habría continuado su entrenamiento, consiguió el primer paso, atreverse, pero el camino es largo). 
(No consigo poner el vídeo directamente, problemas técnicos de esos que nunca faltan, aquí teneis el enlace)

7. Vito Corleone: La negociación


¿Cuánta seguridad en nuestro mensaje hace falta para decir "le haré una oferta que no podrá rechazar"? El Padrino es, pese a sus métodos, un ejemplo de negociación planificada. La seguridad, el tono inalterable, los silencios y el hieratismo de sus gestos dejan al receptor (y a los espectadores) desconcertados. No es buena idea aprender comunicación de la mafia, pero esa seguridad en el discurso es la lección que nos deja el personaje interpretado por Marlon Brando es un buen aliado en cuestiones de persuasión.





8, 9, 10, 11, 12 y 13. Friends: Identificación obligatoria


El estilo directo (aunque inocente en el fondo) de Joey, los titubeos de Ross, los estallidos emocionales de Rachel, los detalles estrafalarios de Phoebe, la firmeza de Mónica, los chistes de Chandler... Todos con sus errores y aciertos son modelos comunicativos con los que el público se siente identificado en mayor o menor medida. Hay algo de cada uno de los seis en nosotros. La serie que marcó una época no pasa de moda porque sus frases inolvidables (como el "¿cómo va eso?" de Joey) y sus situaciones verosímiles en muchos de los casos (que no en todos, no es que sea muy normal ser madre de alquiler de trillizos para tu hermanastro) hacen que el público se identifique y ¿acaso no es esta identificación un objetivo deseado en nuestros mensajes? Si nuestros espectadores se sienten parte de lo que dices, lo estás haciendo bien.




Trece ejemplos pero podrían ser muchos más. Cuando escuches "bazzinga", "Mariscos Recio, el mar al mejor precio" o "El Luisma es tonto ¿no? El Luisma se ha metido de todo y se ha quedado tonto" pregúntate qué diferencias en cuanto a impacto en el público hay con "Yes we can".

lunes, 7 de noviembre de 2011

Lo importante es participar




Realmente... ¿Alguien escoge su voto según quién gana el debate? ¿Cómo se sabe realmente quién ha ganado? Si tienes tu voto decidido ¿puedes decir que ha ganado el contrario?
El suelo electoral de un partido y los que tienen clara su elección tenderán a ver las virtudes de su candidato y los defectos del contrario. El cerebro tiene una percepción selectiva que en determinados casos “escoge” la información que le conviene para reforzar una decisión.
Eso no es malo, pero hay que contar con ello a la hora de preparar un debate.

Existen tres tipos de público: los votantes fijos del propio partido, los votantes fijos de partidos contrarios (no solo del adversario directo, sino también del resto de partidos; es un error no tener en cuenta que no todo el mundo limita su elección a dos partidos) y los “indecisos” (esta es una categoría muy amplia, ya que aquí se podrían distinguir otras categorías como el votante racional, que puede no tener su voto claro todavía, aunque lo normal es que este tipo de ciudadano base su voto en algo más que la campaña). Los no-votantes (por propia elección) podrían considerarse como votantes de partidos contrarios, como si votasen a un partido que todavía no existe, porque si son abstencionistas convencidos (o de voto en blanco o nulo) nos encontramos ante el mismo caso a efectos prácticos.

Entonces, ¿Cómo proceder en el debate? ¿Qué hay que hacer, teniendo en cuenta a estos públicos?

  • Votantes fijos: Aquí la tarea es reforzar actitudes y movilizarles, hacer que sientan los colores. Ellos ya nos van a votar, ven el debate buscando más argumentos que apoyen su decisión, esto es lo que debemos darles. Frases contundentes, búsqueda de la emoción, generar expectación y, si es posible, hacer que ellos lo transmitan también. Una de las claves de la campaña de Obama fue la táctica “de persona a persona”. No es lo mismo que un político te diga desde la televisión o desde un mítin sus ideas que el hecho de que tu vecino o tu madre te comente que le va a votar y por qué. No es habitual escuchar a alguien “yo votaré a tal por sus propuestas para que suba el íbex”. No podemos dirigirnos a cada ciudadano exclusivamente, pero podemos intentar que interactúen entre ellos.
  • Votantes contrarios: Sin endulcorantes, a estos no les vamos a convencer. El objetivo aquí es minimizar los daños y cuidar los “detalles” (de los que hablaremos más adelante)
  • Votantes indecisos: Aquí es dónde sí nos la jugamos. Tiene que quedar claro el mensaje. A ellos hay que informarles antes de persuadirles. Contar lo que queremos contar y dejar que nuestra forma de contarlo e interactuar nos lleve por el camino que queremos.




A continuación, algunas claves que hay que tener en cuenta a la hora de debatir:

  • En temas comprometidos no arriesgar demasiado si la situación no lo permite. Más vale decir poco y bien que meternos en jardines de los que es difícil o imposible salir sin daños.
  • Destacar los puntos buenos de nuestro gobierno si buscamos una permanencia. Parece simple, pero a veces es más fácil atacar desde la oposición que “defender el fuerte”.
  • Relacionado con lo anterior, no podemos limitarnos a contestar al contrario, ya que en ese caso este sí estaría “ganando” el debate, llevándolo por dónde el quiere. Se trata de una conversación, así que debemos tanto exponer como contestar, así como preguntar al otro y dirigirnos a él (no queda bien un debate - mítin en es que solo nos dirijamos a cámara, al público o al moderador: no podemos ignorar al otro)
  • No atacar al contrario interrumpiéndole o no dejando que hable. La educación habla más que las palabras en muchos casos. Y la ciudadanía no pasará por alto un intento de dominio desleal del contrario.
  • Si se nos ataca a nosotros, no responder con lo mismo. Un sencillo “¿me puede dejar hablar, por favor?” en un tono moderado transmitirá exactamente lo contrario que está transmitiendo quien nos ataca.
  • No esquivar deliberadamente preguntas o temas. Para solucionar esto buscaremos formas de contestar aunque sea “los expertos están analizando la situación y pronto podremos ofrecer a los españoles las respuestas, pero no queremos precipitarnos”, como en una comunicación de crisis.
  • No mentir. Parece claro, pero a veces parece que se nos olvida. En el culmen del debate, si sentimos que perdemos, nos agarramos a lo que sea, y esto no es adecuado. Se gana con la verdad. El público no perdona una mentira.
  • No prometer lo que no podemos cumplir. Lo bueno de una ciudadanía que ya no cree en muchas de las cosas que se dicen en las campañas electorales es que no tenemos por qué hacer promesas imposibles para persuadir. Seamos realistas.
  • Cuidar los detalles: El cara a cara de Nixon y Kennedy tuvo lugar hace más de cincuenta años pero sigue dejándonos un ejemplo muy claro. Nixon llegó tarde a la sesión de maquillaje, cansado de otros actos electorales y con la sombra de una barba. Los planos escogidos tampoco fueron acertados, por lo que Kennedy fue visto como un político joven y elegante y Nixon parecía mayor y cansado. No mejoró la situación el que este último acusase de sabotaje a la maquilladora. Pero esto no va solamente de imagen: Nixon demostró no haberse preocupado lo suficiente por la preparación del debate (no debería haber estado ocupado todo el día, sino que debería de haber descansado y preparado el debate correctamente), pensando que no iba a cambiar nada, y la transmisión de ese “desprecio” fue decisiva. Además, esta cuestión visual distrajo a los espectadores del mensaje que Nixon tenía que transmitir.
    Como vemos, un detalle tan aparentemente insignificante puede conllevar una cadena de hechos que no benefician nada al candidato, por lo que preocuparse de cada detalle es básico para partir al menos de igualdad de condiciones. De nosotros depende.


Esta noche podremos tener una nueva oportunidad de aprender. Cada candidato tendrá su oportunidad de dirigirse a su público, al público contrario y al público indeciso. Es importante el qué, pero es también importante el cómo. ¿Ganar? Es relativo. Lo que importa es cómo se juegue, es el desarrollo lo que el público tendrá en cuenta realmente, cada uno según sus intereses. El “que gane el mejor” lo reservamos para el día 20. Aquí lo importante es participar.




viernes, 4 de noviembre de 2011

¿Qué fue de Mr. Change?

Aviso a navegantes: En este texto busco analizar unos hechos desde el punto de vista de la comunicación y la opinión pública, por tanto la objetividad será la relativa a estos temas. No obstante, antes de nada haré un ejercicio de sinceridad y diré que personalmente soy obamista. Siempre me ha gustado, pero no es amor político ciego, no considero que sea perfecto y soy consciente del descenso de su popularidad entre la población, cosa que no es 100% responsabilidad suya, como paso a analizar a continuación.


4 de noviembre de 2008. El mundo contempla lo que no hace demasiados años parecía imposible: un afroamericano había ganado la carrera a la Casa Blanca. Había vencido recelos y prejuicios de una sociedad bastante más conservadora de lo que quiere aparentar. Estaba haciendo historia. El sueño de Martin Luther King comenzaba a cumplirse. 
Tres años después, el presidente estadounidense es objeto de las críticas no solamente de sus adversarios políticos (capitaneados por el feroz Tea Party), sino también de miles de ciudadanos descontentos. ¿Es que acaso no ha habido cambio? ¿Qué fue de Mr. Change?




Desde la presentación de su candidatura en el Partido Demócrata, junto a la de Hillary Clinton, se sabía que iba a haber un cambio. Estados Unidos estaría presidido por primera vez en la historia por un afroamericano o por una mujer. Los demócratas sabían eso, de la misma manera que estaban seguros de que la sociedad estadounidense necesitaba algo diferente, ya que la situación durante los últimos años (con hechos, por ejemplo, como la Guerra de Irak) había hecho descender la popularidad internacional de su país. Necesitaban un lavado de imagen del Gobierno, dentro y fuera de las fronteras. Y la palabra fue esa, "cambio". Un cambio que mucha gente pedía desde hacía tiempo, por lo que vieron en Obama la solución a sus problemas.




A esa clave se le sumó una campaña de esperanza (contrarrestando las campañas de miedo que habían utilizado los republicanos en las últimas ocasiones) y personalización (la plataforma barackobama.com implicó directamente a miles de personas, que empezaron a sentir esa candidatura como algo suyo). No hay más que fijarse en el lema "Yes We Can". Nosotros podemos. Tú, conmigo. Aquel camino a la Casa Blanca era cosa de todos. En las elecciones de 2004 se entendía un paternalismo implícito por parte de Bush, algo como "yo cuidaré de vosotros, los malos no os van a hacer nada". En este caso la lucha era de todos. Y cuando la gente se siente de verdad parte de algo, se implica desde la atención ante los discursos hasta el momento del voto.


(No es un vídeo de campaña que surja desde el Partido, sino que está realizado por aquellos futuros votantes que creían en el cambio)


El resultado fue, igualmente, sorprendente. Las barreras finalmente habían caído. Sí, pudieron. La emoción que había suscitado Barack Obama durante los meses anteriores se dejó sentir en las celebraciones de la victoria, y las portadas de los periódicos reflejaron lo que el  mundo estaba viviendo.







El mundo había cambiado... ¿había cambiado? ¿Era Obama el cambio total y la solución a todos los problemas? Evidentemente no. Barack Obama era el nuevo presidente de Estados Unidos y tenía intención de cambiar las cosas. Y comenzó a hacerlo. Pero la situación en la que estaba el país no era fácil, se avecinaba un estallido de la burbuja económica que nada ni nadie, ni el mejor presidente posible, podía cambiar. En cualquier caso, si tenía que vivirse esa situación, era mejor con un presidente optimista que con alguien que poco menos que predijese el apocalipsis y crease una alarma mundial. Las consecuencias negativas de la crisis eran y son innegables, pero no hace ninguna falta que alguien las siga enfatizando desde un alto cargo. La población, más que nunca necesita esperanza. Pero esa palabra es un arma de doble filo, ya que fue lo que provocó la caída de Obama. 




Obama llegó cargado de buenas intenciones y comenzó a mover las cosas, sobre todo en relación a Oriente Medio, lo que le valió un Premio Nobel. En realidar, este honor fue concedido más por la voluntad que por la acción, ya que aún no había tenido tiempo de hacer garn cosas (ya se sabe, "las cosas de palacio van despacio", y si implican a más de un "palacio" la lentitud crece inexorablemente). Lejos de beneficiarlo, este premio oscureció aún más las gafas rosas que los estadounidenses llevaban puestas en cuanto a la política d.O (desde Obama). La caída iba a ser dura, y así sucedió. Por más tiempo que pasaba y más iniciativas que el Presidente llevaba a cabo, nadie, ni siquiera él tenía una varita mágica que solucionase todos los problemas que había. Pese a que algunos lo pensasen, Obama no era un súper héroe.



Poco a poco el apoyo prácticamente incondicional con el que contaba el Presidente comenzó a retroceder, llegando a cuestionarse proyectos como el de la Reforma Sanitaria, que finalmente fue aprobada con muy pocos votos de diferencia y aplicándose diversas enmiendas. No estaba siendo tan fácil.
Las elecciones de medio término en noviembre de 2010 pusieron de manifiesto lo que no podía ser maquillado por más tiempo: la confianza en el Partido Demócrata había caído de la misma forma que la economía. El sueño se había convertido en pesadilla. 



La sociedad no estaba contenta pero ¿quién tenía la culpa? La imagen de Obama se había elevado a tan alto nivel que ni él mismo podía estar a la altura. Las grandes expectativas son rencores en potencia y la primera mitad de la legislatura había sido un ejemplo perfecto. De todo se aprende y una muy buena lección es que hay que "educar" votantes realistas, de nada vale ílusionar a todo un país si la desilusión (lógica, porque nada puede ser perfecto y menos con unas circunstancias que se venían fraguando desde hace muchos años) va a ser más fuerte. 
De esta manera, sectores y movimientos como el Tea Party se constituyeron como verdaderos lobbies que sacaban punta a cada acción de Gobierno, desde cuestionar la procedencia del Presidente hasta compararle con Hitler.






Está claro que antes de la campaña es necesario un marketing de gobierno. Pero no es fácil, sobre todo cuando además de a la oposición, Obama se enfrenta a lobbies, al descontento generalizado y compite no tanto con sus adversarios políticos, sino con el Obama de la campaña, el titán que vivía en el imaginario colectivo y que hizo que la gente soñase demasiado alto. Porque hay que soñar, pero no se pueden levantar tanto los pies del suelo, porque más dura será la caída. 
Recuperar la confianza es si cabe más duro que ganarla. Requiere tiempo y paciencia, pero en política demasiadas veces se mira solo a corto plazo, a las próximas encuestas, sin tener en cuenta las acciones de cada día. Una campaña se hace poco a poco, un Gobierno todavía más. 
Actuaciones como la operación militar que acabó con la vida de Bin Laden pueden haber contentado a los americanos muy rápido pero quizás fue demasiado precipitada la decisión. Las cosas podrían haberse hecho de otra manera y terminar venciendo la guerra contra el terror de igual manera. Sí, la Operación Gerónimo dió un instante de felicidad a los patrióticos estadounidenses que se congregaron frente a la Casa Blanca con banderas mientras coreaban "U.S.A", pero si bajamos a la tierra, esa acción no afecta significativamente a la vida cotidiana de los millones de ciudadanos que se enfrentan a problemas como la precariedad laboral.
- Todavía queda un año, Obama debe enfrentarse a una campaña, pero esta debe ser combinada con marketing de gobierno. hacer bien y hacerlo saber. Quizás sea el momento de dejarse de grandes logros y destacar las pequeñas contribuciones que mejoran la vida de la gente de a pie. Eso es lo que tiene que salir en los medios. Quizás no acapare portadas cada día ni sea TT en twitter. Pero a la hora de llegar a las urnas, los americanos votarán por su vida, no por lo que la televisión enseña.
Todavía se puede, todavía hay un por qué. Ahora toca enfrentarse a los cómos. 



lunes, 4 de julio de 2011

Acampa que algo queda

España sigue tomando las plazas. Ahora los indignados son los antiabortistas de Acampada Vida. No voy a entrar a valorar el tema, solo diré que es interesante la diferencia entre los indignados que piden más derechos y los que pretenden que se quite uno. Pero...todas las opiniones son respetables. La cuestión es...¿son las acampadas las nuevas manifestaciones? ¿Se consigue más en una protesta si hay quechuas por el medio?
El Movimiento 15M era especial entre otras cosas por su singularidad, como supongo (y solo supongo, porque es evidente que no he vivido en primera persona el ejemplo que estoy a punto de poner) que lo eran las primeras manifestaciones. Alguien tuvo que ser el primero. Y sigo suponiendo que los del otro bando adoptaron la idea y no sé qué tal les sentaría a los que tuvieron la idea que los “contrarios” le copiasen...
Claro que aquí no tiene por qué haber contrarios. El 15M era el movimiento de todos, algún antiabortista debería haber por allí, es una cuestión estadística... Pero si empezamos a especializarnos, lo próximo será una acampada anti-reggaeton o pro-iphone por encima de blackberry... Y con el tiempo, será normal ver acampados en Sol (yo creo que incluso habrá familias alemanas despistadas intentando pasar con la caravana y las sillas de playa) y no nos preguntaremos siquiera quiénes son esta vez.
Hay muchas formas de expresarnos, lo importante es saber alzar la voz, pero no podemos usar todos el mismo micrófono.



viernes, 6 de mayo de 2011

Amor político

En política no hay demasiados corazones rotos, lo que abunda es el amor ciego. Los votantes fijos, aquellos que constituyen el suelo electoral, son como la mitad de un matrimonio de los de antes, de los que aguantaban carros y carretas, de los de “hasta que la muerte nos separe”. No hay amantes (oposición) ni discusiones (pequeños desacuerdos en actuaciones desafortunadas) que puedan con semejante amor.
En el término real de la palabra no hay montones de relaciones así, pero extrapolando el tema a la política, podríamos escribir una buena tesis sobre el amor electoral.
Ahora en época de campaña las ciudades se visten como si fuera San Valentín, cambiando corazones por carteles. La gente lleva las fotos de los seres amados consigo, los candidatos no regalan flores ni bombones, pero sí pegatinas, chapas, e innovadores inventos que el marketing se ocupa de preparar en estas fechas tan señaladas.
Por supuesto, este amor es ciego(excepto en los votantes racionales, que pueden ser confundidos con los picaflor a los que todo les da igual, o los indecisos, aquellos con miedo al compromiso). Dan igual los malos momentos, acaban tomándolos como algo suyo, porque en pareja todo se comprarte, y en muchos casos no es que les defiendan porque están de acuerdo, sino que están de acuerdo para poder defenderles.
Lo bueno de este amor es que, si se quiere, se puede evitar el desengaño, se puede seguir viviendo en una nube. Hay medios y personal dispuesto a ayudar a que esa magia no muera, disculpando los fallos, acentuando las cualidades positivas, haciendo ver al mundo lo mejor de esa persona. ¿No es esto una gran parte de aquello que llamamos amor?

El problema es cuando los enamorados no son solamente potenciales votantes, sino líderes de opinión y, sobre todo, medios de comunicación, que tratarán de que nos enamoremos tanto como ellos. Y es que el amor, como cualquier emoción, es lo que más vende.




Como ejemplo, aquí dejo uno de esos “amores” (una parodia, en este caso) que venden... El problema es cuando esto no es una broma ni un programa de humor, sino algo más real en un contexto en el que los enamorados, sensibles y pasionales, pueden dejarse caer olvidando que no solo se vota con el corazón. Debemos recordar siempre la suma de muchos votos saldrá algo que determinará en gran medida nuestra vida, y nadie vive solo con la razón ni solo con la emoción, sino con el equilibrio, más o menos perfecto, de las dos fuerzas.

miércoles, 4 de mayo de 2011

Un mundo de película


Hollywood prepara una película sobre la vida y muerte de Osama bin Laden. No podía ser menos. No falta mucho para que la historia se estudie en el cine y no en los libros. Y si ya estos pueden ser subjetivos (porque en muchos casos cuentan solo una versión de los hechos, normalmente la del bando ganador), no digamos la deformación que puede generarse del paso de realidad a celuloide.

¿O quizás no tanta? Porque más importante (en la práctica) que la realidad es la percepción que la gente tiene de ella. Y parece que últimamente la realidad se ha transformado en una película. Estados Unidos es el ejemplo perfecto (con razón mucha gente cuando viaja allí afirma sentirse como en un decorado de cine). Hace menos de una semana la población clamaba contra Obama, reclamando más reformas sociales, criticando las ya existentes y, sobre todo, criticando la crisis económica que vive el país y, por supuesto, el paro que esto genera. Pero una noche, en cuestión de minutos, los alrededores de la Casa Blanca se llenaron de gente que celebraba una muerte (¿un asesinato? Habrá un transfondo y un contexto, pero el nombre técnico es asesinato) como una victoria deportiva, haciendo ondear banderas, llenando el cielo de barras y estrellas y coreando sin parar “USA, USA!”. Pocas horas después, los índices de popularidad de Obama crecieron nueve puntos (pasando del 47% al 56%), un dato muy significativo teniendo en cuenta que el motivo es una sola acción. Atrás quedan el resto de problemas que le hicieron bajar en las encuestas. Muy bien, pero ahora a mantenerse. Y a poder ser, no de la misma forma. En cualquier caso, todo lo que sube baja, y el más mínimo error volverá a quitarle puntos. No es habitual recuperar popularidad tan pronto y de golpe, esta ha sido una situación excepcional que no dice demasiado a favor de los ciudadanos.
La sociedad ha hablado, han dejado claro que quiere actuaciones de película...de acción en este caso. Igual que los finales de películas de amor, como la boda del príncipe Guillermo, esto es loq ue vende.

Hay un grupo de facebook llamado “A prince gets married, the bad guy is dead. It's a real Disney weekend” (“Un príncipe se casa, el chico malo está muerto. Es un verdadero fin de semana Disney”)

¿Pero de verdad queremos vivir (o creer que vivimos) en el mundo Disney?



lunes, 2 de mayo de 2011

Esto acaba... Acaba de empezar

Me remito a una frase del Doctor House: “Morir es sencillo, vivir es difícil”.
Se dió la opción a Osama Bin Laden de entregarse, cosa que no aceptó. Pero entre la entrega voluntaria y la pena de muerte instantánea hay una posibilidad que alguien debería haberse planteado: la detención. ¿No hubiese sido mejor apresarle, llevarle a juicio (mero trámite, y más en EEUU) y que pague en la cárcel? Se le mata y ya está, a otra cosa... Ya sé que tuvo el mismo castigo que gente que no lo merecía, las víctimas de los atentados pero... Hay alguien que lo pasa peor que los fallecidos: sus familias y amigos. Es ese dolor el que ha de padecer alguien que ha hecho tanto daño, no una salida fácil. No se entregó porque no quiso vivir eso, sabía que la otra opción era la muerte y fue lo que escogió... ¿Pero desde cuándo se permite a los terroristas internacionales escoger? Y no hablemos de lecciones ejemplarizantes: una red terrorista plagada de efectivos suicidas no va a aprender de una muerte, simplemente se tomarán represalias (¿Decapitando la organización se la extermina? Eso era antes, estamos hablando de un grupo terrorista que marcó un antes y un después en cuanto a niveles y esquemas organizativos), pero no se verá lo que es pagar en (y no con) la vida por los crímenes...

En otro orden de cosas, dar por verdadera una foto falsa para demostrar una información verdadera es un error, pero es un error provocado por la sociedad del “homo videns”: si no se veía al cadáver, no existía, y no se pudo esperar a demostrarse de esa u otra manera (no voy a entrar en el terreno ético de publicar fotos de fallecidos, pero la familia el cadáver de esa imagen podría emprender acciones legales no solo por el tema de la publicación de la foto, sino de identificarlo como otra persona, el líder de un grupo terrorista internacional, nada menos). Aquí está la demostración de que la mayor parte de los fracasos vienen por querer adelantar la hora del éxito. No es un fracaso, pero el haberse precipitado al dar (y demostrar) una noticia que llevaba casi diez años esperándose es el primer punto negro en un tema que hoy ya es parte de la historia, pero que aún va a dar mucho que hablar. Si el emisor se precipita, el receptor también. Nos espera más de una sorpresa. Y el que avisa no es traidor.  



viernes, 29 de abril de 2011

Las banderas rosas

Sabemos que los británicos, en términos generales, son muy aficionados a la Familia Real y a todos sus acontecimientos... Cosa bastante curiosa si tenemos en cuenta que la mayoría de noticias con un mínimo grado de escándalo o polémica han saltado a través de la prensa amarilla (que en España es rosa, pero no es momento ni lugar para explicar ni analizar el motivo de esta divergencia cromática). Allí, al contrario que en España, no existe una protección legal tan extrema a la Corona, por eso han pasado cosas que aquí ni se concebirían, como la publicación de aquellos mensajes que el Príncipe Carlos enviaba a su entonces amante, ahora esposa. En fin, los británicos están acostumbrados a celebrar o criticar cada paso de la realeza, es parte de su sociedad y así será, al menos por el momento.
Pero ¿qué pasa en España? ¿Cómo es posible que en un país en el que el índice de republicanismo parece aumentar, especialmente en las nuevas generaciones, se estén publicando multitud de reportajes y se retransmitan programas especiales sobre una boda real que ni siquiera es de este país? ¿Y por qué del Reino Unido, y no pasa con cada boda real extranjera? ¿Vende más que el futuro rey (muy probablemente, porque no sé qué futuro como portador de la Corona le puede esperar a Carlos), hijo de Lady Di, que se ha convertido en leyenda pagando un precio muy caro, se case con una plebeya que es además su amor de la universidad? Probablemente. A todo el mundo le gustan los cuentos de hadas, dentro de todo el mundo parece haber un príncipe que se casa por amor y una niña que sueña ser princesa, por mucho que cambien los tiempos. Da igual que se presuma de republicanismo, que aumenten los ataques y manifestaciones contra la Corona en España, si hay final feliz en algún sitio, dejan de importar las ideologías. Ni la bandera española oficial ni la republicana tienen color rosa, pero parece que es el que más vende.  



Y puestos a vender, T-Mobile se apunta al carro con este vídeo:




miércoles, 27 de abril de 2011

Madrid - Barça: Hay esperanza


Puede ser que gane uno, que gane otro, que se lesionen cuatro o que metan siete goles (no voy a entrar en el tema de las tarjetas, como se demostró el otro día, los árbitros tiene que llevar más tarjetitas que un empresario autónomo).

Pero la esperanza de la que hablo no va de eso, no es blanca ni blau-grana. La esperanza a la que me refiero podría ser, si hubiese que colorearla, roja y amarilla. No me estoy refiriendo a la bandera en sentido patriótico, sino al país al que representa, como sociedad.

“Pan y circo”, desde Roma hasta nuestros días. Crisis, cambio climático, corrupción, unas elecciones municipales a menos de un mes vista... Pero cuando empieza el partido a los españoles se nos olvida todo. El país gira en torno a los pies de Iniesta (bueno, hoy no precisamente) y las manos de Casillas, por poner dos ejemplos patrios. Todo el resto ya da igual. Qué fáciles somos de contentar.

Pero yo veo un rayo de esperanza, puede que sea verdad que las malas noticias son oportunidades disfrazadas, en este caso, oportunidades de creer en un cambio (lento, pero posible). Las palabras de Piqué hace unas semanas (“Españolitos, os vamos a ganar la copa de vuestro rey”) suscitó olas de comentarios no tanto monárquicos como anti (y pro, que también se defendían) catalanistas. Tendrá que ver o no, será lógica o no esa extrapolación de temas, pero al menos la polémica afirmación (que finalmente no fue tal) de Piqué hizo que, a causa del fútbol, los españoles debatiesen temas políticos.

Puede que no sea el tema ni la mejor manera (ya que sumar política y fútbol es una operación con alto riesgo de suscitar fanatismos) pero si a través del “pan y circo” los españoles no olvidan la realidad de fuera del campo, al menos sabemos que hay esperanzas.



viernes, 11 de febrero de 2011

La lección egipcia

Uno de los casos más conocidos es la Revolución Francesa, pero no fue el primero ni el último. La historia está llena de ejemplos de países que han reclamado sus derechos en la calle. España posee ejemplos recientes de movilización, como “Nunca Máis” o “No a la Guerra”.
Pero ¿por qué han de ser causas trágicas las que inspiren a la gente y les hagan levantarse de su aceptación de cualquier tipo de situaciones? ¿Qué es lo que hace saltar la chispa, tras años de opresión?

Si bien “desde arriba” se oprime en mayor o menos medida en muchas ocasiones, hoy, como en otros episodios de la historia, ha quedado claro que es posible cambiar la situación entre todos.
En la actualidad esto puede ser más fácil que nunca, gracias a los nuevos medios. Organizar a las masas se puede hacer desde casa con solo unos caracteres de twitter o la creación de eventos en facebook. Las manifestaciones tras el 11-M o incluso la campaña de Obama han demostrado como el “boca a oreja” a través de internet o de los mensajes de móvil hace aumentar exponencialmente la asistencia, así como el apoyo, ya que no es lo mismo que te movilice un líder de opinión, por muy líder que sea, que un amigo.

En cualquier caso, el mundo deber aprender que ninguna situación es irremediable ni ha de aceptarse “porque es lo que hay”. Los ingredientes: resolución, sentido de la justicia y confianza en el poder de la gente. Se mezcla todo, se caldea con apoyos mediáticos (y del ejército si hiciera falta) y en un tiempo variable según la circunstancia obtenemos un resultado. El número de comensales es la totalidad de la población que se beneficia de sus derechos.

Una dictadura no es solo un régimen político concreto; una dictadura puede ser cualquier tipo de imposición injusta y el mismo derecho tiene la población para salir a la calle (literalmente o no) y hacerse oír. Si no hablas, nadie escuchará.